El único testigo.

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—  ... ¿Quién?

Preguntó Oswald indiferente a la esperada presentación de Isla, y con sus palabras se escuchó un terrible crack que provocó al extasiado hombre volver a desplomarse sobre el césped con lágrimas en sus ojos.

—  ... Ugh. -se quejó Yura en el pasto.

— ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! -carcajeo el de ojos azules, sosteniendo su estómago con sus manos.

— ¿Se supone que debería saberlo, acaso? -preguntó Oswald ante la reacción de Isla.

— ¡Pues claro que no! ¡JAJAJAJAJAJA! Fue gracioso el que ésta sabandija pensase que sí.

El muchacho miraba a Yura con fehaciente desprecio, cruzándose de brazos con una marcada sonrisa de superioridad en sus labios. Isla se levantaba del pasto, sacudiendo sus ropas y retomando la compostura y limpiando sus lágrimas de cocodrilo. 

—  ¿Y para qué lo has traído, entonces? 

—  Bueno, he de admitir que recibí algo de ayuda de ésta escoria. -informó molesto el chico.

—  ¿Cómo? -intrigó Oswald.

—  ¿Recuerdas esas piedras molestas que mencioné hace tan solo unos segundos? Si no las recuerdas es porque tu memoria sigue siendo la de un anciano y-

—  Ve al punto. -interrumpió con molestia.

— Bueno. Digamos que debía recuperar algo importante, y debía hacerlo rápido. Y tan solo digamos como que ese algo estaba en un lugar peligroso, con una alta seguridad y, éste renacuajo, me ayudó a recuperar lo que me pertenecía. -respondió relajado el de ojos azules.

— ¿Ah, sí? ¿Y ese algo era tan importante como para armar un escándalo en Pandora? -severo, Oswald le observó. 

Isla Yura tragó saliva, la perspicacia del hombre le había dejado más anonadado que su poderoso semblante pero, el noble aún se preguntaba ¿Se trataba del mismo Oswald de la tragedia de hacer cien años? Y si así era, ¿Por qué la cáscara de tal increíble personaje era el cuerpo de un débil puberto? 

Las caídas hojas de los arboles habían cesado su balanceo al suelo y el dulce arroyo había perdido su brillante reflejo del sol. Si el ambiente que les rodeaba fuese descrito gráficamente, entonces sería un pesado velo negro.

—  Sí, lo era. -declaró el adolescente con un brusco cambio de actitud. Sus bellos ojos se tornaron afilados y el vibrante azul pasó a un tono oscuro. 

— Dime, ¿Qué era ese algo? -la voz de Oswald retumbó en el aire. 

—  Nada que tenga que ver contigo. -le replicó su contrario. 

—  Así no funciona esto, lo sabes. 

—  ¿Es una amenaza? -frunció el adolescente.

Oswald, o más bien, Leo, desenvainó la espada que llevaba a la cintura, y la apuntó al atrevido adolescente con seguridad.

— Tómalo como quieras. -continuó Oswald.

Para éste punto, Isla Yura se había apartado de la escena, posicionándose en cuclillas junto al frondoso tronco de un árbol, sonriendo alegre al momento de mirar la escena. Parecía un niño: el adulto apoyaba sus codos sobre sus rodillas, y su cara sobre sus manos; su sonrisa mostraba una inocencia perturbadora. El de ojos azules, por otro lado, había permanecido en silencio con la misma mirada y posición, desafiante, sin acobardarse ante el filo de una espada. 

— Disculpe. -interrumpió Yura.- Pero si usted lo mata, entonces tendrá que cumplir la promesa que el molesto chiquillo hizo, ¿está de acuerdo con eso? 

— Yura. -susurró el chico molesto. - Suficiente. 

— ¿Promesa? ¿Qué promesa? -pidió Oswald.

— Pues, por supuesto.  -se levantó y acercó Yura.- El presentarme a Ja-

— ¡HE DICHO QUE ES SUFICIENTE! 

El silencio se hizo de nuevo. En sus adentros se podía notar la carcajada burlona de Isla. El adolescente suspiró fastidiado y apretó sus cruzados brazos. Sacó de su capa un sobre amarillo y, dirigiéndolo por sobre la espada, lo entregó a Oswald, el cuál lo tomó sin apartar el arma de su cuello.

— Información valiosa sobre mí se filtró hasta Pandora, aún cuando estaba seguro de haber matado a los que sabían de mi existencia, es probable que un informador externo parte de alguno de los cuatro ducados haya conseguido destilar tales expedientes en secreto. Si algo de aquél esencial conocimiento se propagaba, nos pondría en una peligrosa situación y... -empezó a explicar el adolescente con un tono agotado.

— Bueno, eso es muy informativo y todo pero... -le interrumpió Oswald.- ...Aquí no hay nada. 

Mientras el chico aclaraba su situación, Oswald ya había sacado los expedientes del sobre y, oh sorpresa al encontrarse con papeles más vacíos que mi futuro. Enseñó las blancas hojas al muchacho.

— ¿¡QUÉ!? 

El de ojos azules, teniendo éstos bien abiertos, tomó apresurado los papeles, apretándolos entre sus manos con desesperación.

— Ese maldito... 


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⏰ Última actualización: Sep 07, 2019 ⏰

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Olvidadas- Pandora heartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora