El color del engaño es Blanco

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La Casa Rainsworth, noche del desvelo...

Voces diversas se asoman por encima de mi mundo pequeño e ideal, mundo blanco y puro que me protege del universo crudo para el cual jamás estaré lista. La sábana me resguarda cuál madre y la pijama acoge mi débil cuerpo que gentil descansa entre la suave inmensidad de la cama. Fuera de mi guarida, en la habitación que contiene mi mundo, las voces se alzan haciendo notar sus bastas tonalidades: Algunas graves, otras agudas, rudas, amables y, lo que más temo, desconocidas. Se murmura por los cielos que la voz puede determinar la voluntad de la persona, pero, ¿Qué sucede cuando esa persona no puede reconocer su propia voz? Si ese es el caso, entonces, ¿Cómo sabe quién es? ¿Su voluntad? ¿Qué desea? ¿Si ese deseo conlleva algo bueno? ¿Algo malo? ¿Eso define lo que soy, quién soy?... ¿De quién es ésta voz?...

°°°

La tensión, palpable como el filo de un cuchillo, se arrastra silenciosa, esperando al más estúpido paso en falso para crecer y despedazar los corazones abatidos de los personajes que habitaban el dormitorio de la señorita Rainsworth... El aun joven miembro de Pandora, mejor conocido como el cuatro ojos, clavaba su vista en el suelo al igual que sus compañeros. Las palabras parecían haberse desvanecido cual humo de sus mentes, incapaces de formular oraciones que explicasen la situación, o como mínimo, que lograsen debilitar la tensión que les ahogaba.

— Casi lo conseguía... -determinó Reim, cerrando sus puños, frustrado, mordiendo sus temblorosos labios.

— Estupideces. -Se dejó escuchar Break que sostenía firme su bastón contra el suelo.

— ¡Tengo razón! Si tan solo me hubieses dado unos segundos más...

— ¡A CALLAR! -Interrumpió violento el peliblanco.

La voz de Break rebotó por las inmensas paredes del cuarto en todas direcciones, del suelo al techo y de regreso como un apagado eco, retornando al lúgubre silencio que aun no se decidía entre ahogar o ahorcar a sus huéspedes.

— No entiendo lo que sucede... 

dij Oz, levantando su visión hacia los demás miembros del cuarto. Ninguno de ellos le miró, y el vació se propagó por la habitación como si nadie estuviese en ella. Oz llevó su mirada donde Sharon, la cual dormía con placidez sobre la cama, apretando una de sus almohadas como si de un juguete se tratase.

— ... ¿Cuánto lleva así? -preguntó el rubio.

— Desde el incidente, ya van más de dos meses... -respondió Gil con el rostro escondido bajo el sombrero, encontrándose recargado contra la puerta.

— ¿Pero qué?, ¿¡Qué, maldita sea!? ¿¡Qué sucedió en Pandora esa tarde!?

El cuatro ojos mostraba una expresión desesperada, sus músculos se tensaban y parecía que le era difícil respirar. Break permanecía en silencio, oculto bajo sus platinos cabellos, escuchando la escena. Alice miraba, con los brazos cruzados, a la peculiar Sharon que descansaba sobre la cama. Estaba intrigada, aunque más angustiada por la presión de los demás que por su propia angustia.

— ...¿Qué pensará la señora Sheryl de todo esto? ... Todo esto es mi culpa...

— No lo es. -le respondió la castaña.

— ¡CLARO QUÉ SÍ! YO ERA QUIEN ESTABA EN PANDORA, YO DEBÍ HABERLE RECIBIDO INMEDIATAMENTE. YO DEBÍ... Yo debí... Haber estado ahí. 

— Aunque hubieses estado ahí, lo más probable es que no hubieses podido hacer mucho.

Olvidadas- Pandora heartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora