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Harry se despertó por la mañana en una enorme cama de cuatro postes, con dosel y cortinaje rojo sangre, sobre un mullido colchón de plumas y arropado por unas cálidas sábanas. Se desperezó, lánguido, y por un instante pensó que todo lo ocurrido el día anterior había sido un mal sueño; pero la insistente molestia en la parte baja de su espalda, y su evidente desnudez bajo las sábanas, le dijo que todo había sido real.

El rubor cubrió sus mejillas y se extendió por todo su cuerpo. Habia aceptado ser la mascota de Louis, quien lo había sometido a una lista de situaciones humillantes. Ese humano cruel y malvado había logrado que se corriera ¡dos veces! en una misma noche. El recuerdo de la vergüenza se mezcló con la satisfacción conseguida. Habia dolido, claro que si, pero a partir de la "segunda ronda" ya no sintió tanto dolor y el placer se había apoderado de todo su cuerpo, para la tercera ronda sentía tanto placer hasta el punto que deseó que no terminara nunca. Incluso Louis logro que ambos re corrieran al mismo tiempo. 

Su fuerza, su voz, sus duras caricias; incluso la forma tan despectiva como lo llamaba «puta», «zorra», «esclavo», le habían parecido deseables y excitantes. Había deseado poder rebelarse, ¡por supuesto que sí! Toda su vida había sido un joven, decente y puro. Durante su viaje a Francia tuvo varios "amigos" pero nunca había permitido algo mas allá de un par de besos, jamás había consentido un roce furtivo. 

Quizá por eso todos te dejaron murmuró la insidiosa voz en su cabeza.

El día anterior esta misma voz chillaba consternado por todo lo que Louis estaba obligándolo a hacer, y ahora parecía haber cambiado de bando.

Has descubierto que tu alma no es tan pura como pensabas, y que quizá acabará gustándote lo que tu amo te tiene reservado

Nunca. Jamás. No podía permitir que el alma negra de Louis contagiara la suya. Aceptaría todas sus vejaciones con estoicismo y resignación, pero no las disfrutaría. ¡Se lo prohibía! Aquel era un mundo del pecado, como decía su abuelo. Estaba mancillando su cuerpo, si,  pero no permitiría que hiciese lo mismo con su alma. Se incorporó y miró a su alrededor, buscando algo que ponerse. No había nada, ni siquiera un batín o un salto de cama. La sábana había resbalado por su cuerpo mostrando distintas marcas que Louis le había hecho, y un estremecimiento se apoderó de él. El dormitorio estaba frío, el fuego de la chimenea hacía horas que se había apagado y el aire se había enfriado.

Se levantó y tiró del cobertor de lana para enrollarlo alrededor de su cuerpo. Caminó, descalzo, sobre el helado suelo de baldosas hasta una de las puertas. Había tres, una en cada pared excepto la quedaba al exterior, en la que había una ventana cubierta con una gruesa cortina tan roja como las de la cama. Se imaginó que detrás de alguna de aquellas puertas estaría el vestidor donde habían guardado el equipaje que había traído consigo al mudarse allí. La primera puerta, la que estaba al lado de la cabecera de la cama, estaba cerrada con llave y no se abrió. La segunda, la que estaba en la pared opuesta a la ventana, también estaba atrancada. La tercera se abrió. Era el vestidor, pero dentro no había nada excepto los estantes vacíos, la barra para colgar los vestidos y trajes estaba desocupada, y otra puerta. La cruzó y llegó a un fantástico baño moderno, con una bañera de cobre, un retrete y un lavamanos para asearse. ¡Con grifos para el agua fría y la caliente! Solo los más acaudalados podían permitirse tener algo así. Solo entonces se preguntó cuán rico podía llegar a ser Louis .

Mucho. ¿Acaso lo dudabas? Con toda la gente que utiliza sus "servicios"... pensó con acritud. Aquello era lo que más lo disgustaba de él.

Sus negocios. Juego, prostitución, y a saber cuántas cosas más. Pero tenía que amoldarse a las circunstancias que le habían tocado vivir. Como muy bien le había recordado él la tarde que fue a verlo para intentar encontrar otra solución, una mujer no tenía voz en aquella sociedad y Harry se encontraba en una posición mucho peor, era su esclavo. Decidió tomar un baño. Estaba dolorido y se sentía sucio por todo lo ocurrido el día anterior. Por lo menos, una parte de él se sentía de así.

Esclavo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora