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Habían pasado dos meses desde que había llegado allí, y Harry no había podido salir de sus aposentos excepto cuando el mismo Louis o alguno de sus empleados, iba a buscarlo para llevarlo a la mazmorra de su Amo

Dos meses que había pasado diciendo «si, Amo» mientras su conciencia se retorcía por dentro, y su mente no paraba de buscar la manera de salir de aquella situación. Dos meses durante las que había descubierto un alter ego perverso y maléfico que disfrutaba de cada una de las situaciones a las que Louis lo sometía en la mazmorra. No importaba si era el potro, la cruz, la mesa o las cadenas. Dos meses en que acababa cada dı́a disfrutando de las atenciones y el miembro de su amo.

Se estaba convirtiendo en un adicto a Louis. A sus caricias, a sus exigencias y sus excesos. A sus órdenes. Cuando lo veía cruzar la puerta se ponía a temblar, pero ya no era de miedo sino de excitación. El sabía sacar la bestia que había mantenido oculta en el interior. Sus días no eran monótonos, a pesar que siempre empezaban igual. A las once de la mañana aparecía Malcom con alguno de los otros chicos o con Fanny para ayudarlo a prepararse. Estando desnudo se pensaría que no había mucho que hacer excepto lavarse y peinarse, pero Louis era un gourmet del sexo y le gustaba que su esclavo estuviera embellecido.

Se lavaba con jabón de jazmín y lo volvían a rasurar cuando era necesario. Lo peinaban, adornándole el pelo con perlas, cintas, redecillas o finas cadenas de oro y plata. Después le frotaban el cuerpo con aceites traídos de Egipto o Turquía, y lo obligaban a estar más de media hora de pie, con los brazos separados del cuerpo, esperando que este se absorbiera. El último paso era siempre colocarle un collar alrededor del cuello, cada día el mismi, que era un recordatorio de su condición. Recordaba muy bien el primer día que Louis se lo puso.

Había sido el mismo día de su encuentro con Gemma, cuando esta lo había insultado y él había dejado que su carácter estallara. Después del correctivo de Louis, Joe la había llevado en brazos hasta su dormitorio y lo había acostado en la cama. Estaba en shock, asustado por lo que Louis le había hecho y aterrorizado por lo que él había sentido. Se había excitado cuando lo golpeó con la fusta, y estalló en un orgasmo devastador después de que Louis  lo poseyera con furia. Durmió el resto de la mañana y parte de la tarde. No vinieron a traerle nada para comer y lo agradeció silenciosamente, porque no tenia hambre. En realidad, estaba seguro que le seria imposible comer, pasar de nuevo por el mismo ritual que el del desayuno.

Pero a media tarde apareció Louis con Joe. Mientras el criado removió los restos de la chimenea y encendió otro fuego, su Amo se sentó en el borde de la cama y lo miró con algo parecido a la lástima. Aquello le dolió. No supo porqué, pero ver que él le tenia lástima rompió algo en su interior, algo que lo hubiera hecho llorar si hubiera tenido fuerzas para hacerlo. Fue una mirada que duró un solo instante, pero caló muy hondo en él.

Después, sin previo aviso, el Amo volvió.

"Levántate" le ordenó mientras él hacia lo mismo y se ponía en pie al lado de la cama

"Tienes que comer. No voy a permitir que enfermes."

"Sı́, Amo" susurró con cansancio, e hizo lo que le había ordenado.

"Túmbate sobre la cama, y déjame ver tu precioso culo. ¿Te han puesto algo para aliviar el dolor?"

"No, Amo."

"Ni te han traído nada para comer." No era una pregunta, pero Harry la contestó igualmente con otra negativa. Louis soltó una especie de gruñido de irritación y se giró hacia Joe

"Trae una bandeja con té, tostadas, mantequilla y pastel de carne. Y avisa a Malcom, que venga con el ungüento y se lo aplique en el trasero del esclavo dentro de..." miró su reloj de bolsillo "Una hora y media." El criado abandonó la habitación con una leve inclinación de cabeza y se quedaron solos.

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