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Cuando Joe fue a por Harry después de un buen rato de estar hablando con Katerina, esta última se quedó pensativa. No le gustaba la situación en la que estaba el muchacho. Estar con un hombre como Louis era muy difícil, y mucho más si no había tenido la oportunidad de decidirlo por sí mismo. A ella misma a veces le resultaba difícil estar con Elena, y eso que lo había elegido conscientemente.

Tenía que hacer algo.

Sonrió, traviesa. Sabía que si la descubrían se ganaría un buen castigo (algo que no sería ningún problema para ella), pero si tenía suerte y se salía con la suya, Harry tendría la oportunidad de escoger sin traicionar a su hermana.

Salió del salón decidida, y se encaminó hacia el despacho de Louis. La puerta estaba cerrada con llave, pero aquello no era más que un leve inconveniente. Hacía años que había aprendido a forzar una cerradura, y aquella no sería muy dificil.

Lo hizo en pocos minutos, y entró. Encendió una lámpara y se dirigió resuelta hacia la mesa. Sabía perfectamente en qué cajón guardaba Louis todos los papeles importantes, incluidos los pagarés que todos aquellos pobres desgraciados le firmaban cuando la suerte no les era favorable, algo que sucedía tan a menudo como la lluvia.

Revolvió con cuidado hasta que los encontró. Sonrió. ¡Qué sorpresa se llevaría Louis cuando lo descubriera!

Harry llevaba una hora encerrado en su habitación. No se había quitado la ropa. Era tan hermoso que quería sentirlo sobre su piel un ratito más. Louis se enfadaría si volvía y lo encontraba vestido, pero dudaba que regresara. Se había ido demasiado enfadado, y él ni si quiera comprendía por qué.

Se levantó del butacón donde estaba sentado y se arrodilló frente al hogar, para remover las ascuas y avivar el fuego para que no se apagara. Después se volvió a sentar.

Llamaron a la puerta y se giró, extrañado. ¡Nadie llamaba antes de entrar en su dormitorio! Después oyó la voz susurrante de Katerina.

"Harry. ¡Harry!"

Lo llamaba de forma muy suave, intentando que nadie más se percatara que estaba allí. Se levantó y corrió hacia la puerta, pegándose a ella.

"No puedo abrir" susurró, arrodillándose en el suelo "Me tienen encerrado. ¡Si alguien te ve...!"

"No te preocupes. Escucha. Tengo los pagarés. Se los he robado a Louis. Te los paso por debajo de la puerta."

Cuando los vio aparecer, uno a uno, Harry no podía creérselo.

¡Estaban todos! Por valor de 50.000 libras.

"¿Por qué haces esto?" preguntó con voz temblorosa.

"Porque has de poder elegir, Harry. Creo que lo amas, y que él te ama a ti aunque no quiera admitirlo. Ahora, con los pagarés en tu poder, podrás decidir qué quieres hacer. Ahora me voy. Escóndelos bien, o quémalos. Adiós."

"Adiós" contestó Harry con las lágrimas de agradecimiento manando de sus ojos "Jamás podré pagártelo."

Abrazó los pagarés, aplastándolos contra su pecho. ¡Era libre! El destino había querido darle una oportunidad, en forma de un ángel llamado Katerina. ¡Podía irse si quería!

Pero, ¿quería?

Se levantó corriendo y fue hasta la chimenea. Miró los pagarés una última vez para asegurarse que realmente los tenía allí, y no había duda. Aquella era la letra de su hermana, y su firma.

Los tiró, uno a uno, en el fuego, y se detuvo a admirar las extrañas formas que el humo blanco hizo al rizarse hacia arriba por el tiro. ¡Era libre!

Esclavo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora