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Harry estaba disfrutando del sol en los jardines, sentada en un banco entre rosales, cuando oyó el ruido del carruaje acercándose por el camino privado que llevaba hasta la puerta principal de la mansión. Su corazón se alteró. Nadie había venido a visitarlo los últimos tres meses, ¿Y si era Louis?

Qué estúpido había sido confesando que lo amaba, pero no había podido evitarlo en aquel momento. Pensó que sería la puntilla que lo decidiría a recapacitar sobre lo que Louis sentía hacia él, pero no había servido de nada. Lo había dejado marcharse sin siquiera ir a despedirse.

Se obligó a caminar con tranquilidad hacia la mansión. Si era Louis, no quería que lo viera llegar corriendo, deseosl de recibirle entre sus brazos: porque eso era lo que deseaba más que nada en la vida. Había echado de menos su voz, su pasión desbordada, las palabras soeces que la excitaban hasta más allá de lo posible, su agresividad... todas sus perversiones.

Pero él lo había dejado ir como si no le importara lo más mínimo. Malditos hombres y su estúpido orgullo y sus venganzas absurdas. Maldito fuera él mil veces, porque no podía vivir sin Louis, no sabía estar sin él. Lo soñaba cada noche, y se despertaba agitado, excitado e insatisfecho; excepto una noche en que llegó hasta el final, lo sintió llenándolo, penetrándolo con fiereza, y tuvo un orgasmo antes de despertarse vacío, odiándose a sí mismo por estar tan necesitado de un hombre que lo despreciaba y que no lo quería.

Louis bajó de un salto sin esperar que el lacayo extendiera la escalerilla. No quería parecer ansioso pero no pudo evitarlo. Una vez con los pies en el suelo, enderezó los hombros y miró hacia la enorme puerta principal, sabiendo que en cuanto la atravesara empezaría el juego más importante de su vida.

¿Por qué había pensado que mantener una relación con Harry era buena idea? Porque lo había subestimado. Esperaba una persona que se acobardara ante sus demandas, que le suplicara clemencia, que lo temiera y lo despreciara. Y se había encontrado un joven que era puro fuego en sus manos, que le respondía con una pasión desmesurada y aceptaba sus demandas sin miedo, disfrutándolas al máximo. Aceptó todo cuánto él quiso darle, y pidió más.

Había sido un auténtico hijo de puta con Harry. Y no lo merecía. Lo tenía tan claro como clara era el agua del arroyo que atravesaba el bosque.

¿Qué hacía aquí esperando arreglar las cosas? Harry estaría mucho mejor lejos de él.

Lo haces por su hijo, porque tiene que saberlo.

Lo vio por el rabillo del ojo justo cuando iba a poner el pie en el primer peldaño de la escalinata que llevaba hasta la puerta principal. Venía caminando despacio, mirándolo con la cabeza erguida.

Esperó con paciencia a que llegara hasta allí, con las manos cruzadas por detrás de la espalda, si quitarle los ojos de encima, y el menor se tomó su tiempo.

Cuando finalmente llegó, no dijo ni una palabra. Lo miró, con el rostro adusto y casi beligerante, se giró y empezó a subir la escalinata. Cuando llegó arriba, antes de cruzar la puerta giró la cabeza para mirarlo. Louis se había quedado abajo, si seguirlo.

"¿Vas a venir?" le preguntó con voz calmada.

Louis no salía de su asombro. No quería reconocerlo, pero estaba asustado. Había esperado que lo recibiera de dos maneras: que se echara a sus brazos llorando de alegría, o que intentara echarlo de allí con cajas destempladas. Pero nunca con aquella ira contenida que le recordaba a sí mismo.

Lo siguió y entró en la mansión.

Estaba muy diferente a la última vez que había estado allí, cuando la compró. Parecía que Harry había ocupado su tiempo en redecorar la mayor parte de la casa, o por lo menos, lo que él podía ver. Subió las escaleras hasta el primer piso, y entró en la que era la salita verde y que ahora era de un color rosa pálido que le dolían los ojos.

Esclavo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora