Me enamoré. Mi mente se convirtió en un jardín. De la nada comenzaron a brotar raíces de distintos tipos de flores. Todo era demasiado bello, cada capullo iba abriéndose y dejando ver una flor de distinto color.
Le regalé a aquella persona cada una...
Mi participación en el baile de graduación dependía de mi calificación final. Bailar... y que todos te vean... augh. No tenía opción.
Aunque lo disimulaba, no paraba de mirar hacia todos lados buscando al chico atascado en mis pensamientos. Su perfil a una corta distancia dio previo aviso a mis emociones y me sentí acalorada de pronto.
¿Por qué me da pena?
Juliet... relájate, ni siquiera te ha visto.
De nuevo lo acompañaban la chica de lentes y el otro chico, los que habían estado sentados con él en el partido de fútbol. Odiaba ponerme así, siendo tan débil por él. Debería estar enojada y pidiéndole las razones por las que se distanció.
¡Juliet, controla ese papel de adolescente enamorada!
No pienses, no pienses. Sólo camina hacia los baños para que puedas cambiarte.
Terminé de cambiarme y me quedé de pie a fuera de mi salón, recargada en la pared.
¿Debería ir a buscarlo?
A lo lejos volví a encontrarlo. Una sonrisa de oreja a oreja resaltaba en su rostro, era un hecho que algo la había provocado. No le quité la mirada de encima, y como si la mía hubiese atraído a la suya, ocurrió lo que tanto deseaba. Justo, en esos instantes, me di cuenta: la manera de saludarme ya no era la misma, sus labios formaron una línea y no se vio el más mínimo intento porque estos se encurvaran en una sonrisa.
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