CAPITULO 1

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En el atardecer de cada día es la cita de dos amigos entrañables,
amigos de mucho tiempo atrás.
Con pocas cosas  ya por hacer en su ancianidad,
cuando los años de correr ya han pasado
y solo queda recordar,
Ellos se reúnen diariamente y
gozan de la plácida tarde.

Han compartido tantas  cosas de la vida por lo que el afecto qué se tienen es mutuo y profundo.
Muchos de sus demás  amigos y conocidos ya se han ido.
Y ellos saben que estan en ese mismo camino,
en la recta final y qué el tiempo cada vez mas se acorta.

Dos cómodos sillones, una mesita de centro, muchas plantas a su alrededor, una jarra de limonada y su afectuosa compañía hacen de esas horas,
el rato más grato del día.
El sol entra a raudales por las ventilas de vidrio,iluminando cálidamente la estancia.
La terraza pegada a la reja de la entrada les permite la vista a la calle.

Los blancos cabellos de Estela tiritan con el suave viento.
A un lado de la terraza, el estanque inmóvil.
Por las orillas se asoman las largas y relucientes hojas muy verdes y los lirios que parpadean al soplo del aire fresco.

Lo que más disfrutaban de pasar las tardes juntos era repasar sus recuerdos.. una y otra vez.

Mientras se servía más limonada el hombre dijo:
Si me hubieras aceptado cuando te propuse matrimonio hace veinte años
no estuviéramos tan solos.

Ella se rió y le contesto:
Sabes que te quiero....
pero no en esa forma.

Lo sé
dijo el lanzando un largo suspiro.
En esa forma solo lo quisiste a el,......solo a él.

En ese momento entraron corriendo por la reja abierta dos niños pequeños.

La niña fue y se le subió encima.
¡ Estelita. .
dijo la anciana  gustosa arropandola en sus brazos.
Mi ahijadita preferida!
la niña la lleno de besos

El niño dejo de hacer pompas con su chicle para decir:

Abuelo, dice mi mamá que te pongas esto.

Ay tu mamá! Mi viejo sweter!
Pero si no hace frío!
Dijo el señor.

Acto seguido los niños  se fueron como llegaron corriendo y jugueteando para después atravesar  la calle hacia la acera de enfrente.

Ya ves.
dijo Estela.
No estamos tan solos, tenemos hijos, nueras, nietos, nietas..que nos quieren y se preocupan por nosotros,
ah,
y ahijados por cierto.

Con algo de tristeza continuo:
No se me concedió tener hijos propios pero mis hermanos son como mis hijos, y sus hijos como mis nietos, y tu,
tuviste la bendición de hasta ver a tus bisnietos.

Si.
dijo el.
Que mis hijos se casaran muy jóvenes me dio la dicha de ver a mis bisnietos.

Los dos se quedaron callados unos momentos, después ella dijo nostálgica:

¿ Cómo fue que nuestra querida calle se fue quedando tan solitaria y silenciosa?
¿ Desde cuándo empezó a suceder?
Era una calle tan bulliciosa,
Tan llena de vida.

El contestó tajante:
Desde que apareció el nintendo, el X-Box, la computadora, el celular, la tableta.

Si....
repuso Estela.
Que diferente es todo ahora de cuando nosotros éramos niños....
¿Te acuerdas?
Llegábamos de la escuela a la hora del día en que la luz del sol brillaba más fuerte!.... comíamos,
¡ Y  salíamos a la calle a divertirnos!
invadiamos la calle como si fuera toda nuestra,
como si fuera nuestro parque particular!

El hombre agrego:
¡ Toda la tarde hasta el anochecer!.....
cuando empezaba a obscurecer
entonces las mamás salían a gritarnos para que nos metieramos, a hacer la tarea y a cenar!...
suspiró.
¡ Que tiempos aquellos!

Ella continuo con algo de pena:
La tecnología cambio la forma de vida de la niñez.

Es tan vasta que los absorve, les da todo un mundo pero los priva de una dicha que nosotros en nuestra época si tuvimos,
la de convivir,
la de compartir la infancia con los niños que teníamos cerca,
la de jugar, correr, y
sentir el aire y el sol,
la de  reírnos juntos, y juntos vivir ese tiempo maravilloso de ser niños.

Así es.
Dijo el.
¿ Te acuerdas lo fantástico que era el día de reyes?
Nos levantabamos en cuanto amanecía para ver que nos habían dejado en nuestros zapatos.

Si.
prosiguio ella riéndose.
¡  Y después todos salíamos contentisimos a mostrarnos lo que nos habían traído!
juguetes sencillos, modestos, nada que ver con los de ahora...y sin embargo
estábamos.. ¡tan felices!

La calle se llenaba de niños felices y de juguetes...
Dijo el con una gran sonrisa.

Los dos se alimentaban con los recuerdos,
sus ojos brillaban de gusto, sus rostros se iluminaban al evocar aquel tiempo lejano.

El estanque reflejaba la luz crepuscular.
El sol empezaba a ocultarse tras lo alto de los árboles.

Los hermanos de Estela llegaban cuando anochecia.
Cuando ellos llegaban era el momento de despedirse.

El viejo se levanta y dándo un beso en la mejilla a su amiga le dice:
Hasta mañana profesora.
Buenas noches chicos.

Los "chicos" tienen más de sesenta años, pero el les sigue diciendo chicos
como siempre.

Buenas noches querido, no olvides tomar tu medicina.
le dice Estela.
Y ponte el suéter!

Sus hermanos la ayudan a levantarse y la llevan uno de cada lado del brazo,
lentamente caminan por el sendero de enmedio del jardín
hacia el pórtico de la casa.

Todos los días siguen la misma rutina.

Estela vive sola en la hermosa y pequeña residencia de dos pisos,
en el No. 95 de la calle de las flores.
Sus hermanos viven unas casas adelante de la misma calle.

Cada tercer día llega una empleada doméstica a hacer el aseo.
Y a diario llega otra a prepararle sus alimentos.
Alguna de sus cuñadas o de sus sobrinas van a supervisar el servicio.

Sus hermanos pasan todos los días a verla por la mañana, antes de ir al trabajo.
En la empresa familiar donde siguen laborando únicamente medio día como supervisores.
Al anochecer vuelven para estar con ella hasta que se mete a la cama.
Estela vive sola pero casi nunca está sola, su familia está constantemente al pendiente de ella y nunca le faltan las visitas que la rodean de cariño y atenciones.

Siguen los mismos pasos cada día.
Le llevan a su habitación, una charola con su te, un pan tostado con mantequilla y un yogur.
Se quedan a su lado platicando mientras toma su cena.

Después le ponen en su viejo aparato reproductor su melodía favorita:
La lluvia, el parque y otras cosas, de Cowsills.
La cobijan, la besan,y se van.

A insistencia de sus hermanos Estela
había renovado dos veces durante los últimos años toda la muebleria de la casa,
Y ellos mismos le llevaron una gran pantalla qué colocaron en la sala.

Pero cuando quisieron renovar su habitación Estela no lo permitio.

En su recamara todo permanecía igual,
igual desde hacia décadas.

Frente a su cama había un gran cuadro en un marco dorado.
Exacto igual al de la pared principal de la sala.
Una fotografía de ella y de su esposo el día de su matrimonio.

Por todas partes de su cuarto había muchas  fotos de los dos juntos.
Sonrientes, jóvenes, dichozos, llenos de vida, llenos de amor.

Conservar su recamara exactamente igual que cuando el estaba, le hacía sentir su presencia.
Ahí, hablaba con él todo el tiempo y sentía que el la escuchaba,
podía sentirlo a su lado recostado en la cama,
volvía a ver su cautivadora sonrisa.

Sigues aquí conmigo, lo sé.
Estas en todo y en cada cosa que hay aquí y que tu tocaste.
Sigues aquí, lo sé.
Le decía
mirando su rostro en las fotografias.

Moriré aquí mismo, en nuestra cama.
Musitaba.

Aquí mismo donde tú moriste y dónde nos amamos tanto, vida mía, alma de mi alma.

 El No. 95 de la calle de las floresWhere stories live. Discover now