Parte Tres

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Y antes de que Blair pudiera decir nada, salió por la puerta.

Lo peor, se dijo mientras cerraba tras de sí, era que se sentía terriblemente atraído hacia ella. De hecho, estaba convencido de que corría peligro real de enamorarse de ella pero aquello era imposible: ella era muy joven, estaba en esa edad en la que uno se enamora y desenamora con facilidad, y seguramente sería virgen todavía.

Harry estaba marcado por un breve romance que casi había acabado en tragedia por culpa del deseo irrefrenable que había sentido por la chica en cuestión. Louisa, que así se llamaba, había sido casi tan joven como Blair, y muy inocente. Siendo un hombre tan grande, a ella le había entrado verdadero pánico al verlo desnudo y excitado, y aunque la había tratado con dulzura, intentando tranquilizarla, pronto el deseo hizo presa de él, y llegó un momento en que perdió el control sobre sí mismo. Louisa lloraba histérica, forcejeando, pero él era demasiado fuerte y pesado para que ella pudiera quitárselo de encima, y Harry estaba tan encendido por la pasión que a punto estuvo de forzarla sin darse cuenta. Por fortuna no fue así, pero ella creyó que lo había hecho a propósito, y rompió al instante su relación con él, llamándolo bestia y animal. Aquello lo había herido profundamente, hasta el punto de que desde entonces solo había salido con mujeres experimentadas.

Lo cierto era que su estatura siempre lo había acomplejado un poco, y desde la escuela se había granjeado una fama inmerecida de pendenciero solo porque salía en defensa de los más débiles. Sin embargo, sí era cierto que cuando se enfurecía no era consciente de su propia fuerza, y aún estaba fresco en la memoria de los habitantes de Jacobsville un incidente que había mandado con un peón del rancho al hospital.
No, no quería que se repitiese con Blair la historia de Louisa. Mejor quedarse con las mujeres experimentadas, que no tenían miedo de él.

Entretanto, Blair había vuelto a sentarse, recordando furiosa las últimas palabras de Harry. ¿Por qué tenía que tratarla como si tuviera un encaprichamiento de adolescente?

—¿Dónde está Harry? —inquirió su madre al regresar. Era una mujer de unos cincuenta años, alta, delgada y con el cabello negro.

—Se ha marchado —masculló Blair—. Temía que saltara sobre él y lo sedujera entre las verduras y el puré de patatas.
—¿Qué? —exclamó Eleonor Waldorf riéndose.

—Le da miedo quedarse a solas conmigo —farfulló su hija—. Supongo que cree que voy a dejarlo embarazado.

—Qué cosas dices, niña —la reprendió la madre—. Olvídate de él. Ya tienes un pretendiente, y no te lleva tantos años.

Blair exhaló un profundo suspiro.
—El bueno de Randall... —murmuró con ironía—. Lástima que se le vayan los ojos detrás de todo lo que lleve faldas. Resulta difícil creer que de verdad está interesado en mí cuando no hace más que flirtear con otras chicas.

—Tiene solo veintidós años —respondió la señora Waldorf, empezando a apilar los platos—. Ya irá en serio cuando crezcáis un poco. Además, las relaciones de pareja y el matrimonio están sobre valorados.

Perfecta para él. | Harry Styles Donde viven las historias. Descúbrelo ahora