Harry se movió para que sus caderas quedaran encima de las de Blair, y pudiera notar lo excitado que estaba. La joven gimió ante lo íntimo que resultaba aquel contacto, y Harry despegó sus labios de los de ella un instante para mirarla a los ojos. No parecía que hubiera miedo en ellos. Se frotó ligeramente contra ella, y vio que se sonrojaba.
Introdujo una pierna entre las de Blair, y vio que se sonrojaba y se ponía algo tensa.
—No, tranquila —le dijo sacudiendo la cabeza—, quiero que aprendas todo lo que debes saber sobre mi cuerpo antes de que vayamos más lejos.
Blair seguía sintiéndose algo turbada, pero le dejó hacer.
—Eso es, no tienes que temer nada —le decía la voz profunda y sensual de Harry— . Simplemente estoy dejando que descubras mi cuerpo, eso es todo.
Ella se relajó un poco más, y a medida que iba desapareciendo la sensación de extrañeza por lo nuevo que le resultaba aquello, comenzó a disfrutar de la sensación del cuerpo de Harry pegado al suyo, Harry pasó los dedos lentamente por uno de los senos de la joven, cuidándose de no rozar el pezón, que al instante se había puesto erecto. La miraba a los ojos mientras lo hacía, y oía su respiración irregular. Blair no estaba segura de poder soportar mucho más. Sentía que si no le tocaba el pezón iba a explotar, se arqueó hacia él, en un ruego mudo de que pusiera fin aquel delicioso tormento.
—Lo sé —le susurró él—, sé exactamente qué es lo que quieres, y voy a dártelo, pero deja que te haga arder primero.
Las mejillas de Blair se tiñeron de rubor, pero no protestó, sino que se dejó caer de nuevo suavemente sobre los almohadones, esperando, temblando, mientras él continuaba dándole tanto placer, sin satisfacerla del todo, hasta que de su garganta escapó un gemido de frustración.
Harry la apretó más contra él con la mano que tenía debajo de su espalda, y Blair le clavó las uñas en los hombros, desesperada.
—Harry, por favor... aaah... por favor... él inclinó la cabeza, dejándole sentir su aliento en las mejillas, los labios..., mientras rozaba los nudillos muy lentamente justo por el borde del pezón.
Y entonces, con exquisita delicadeza, tomó el botón endurecido entre las puntas de sus dedos. Blair sintió una ráfaga tremenda de calor en su vientre, y todo su cuerpo se convulsionó. El placer le nubló la vista, y se arqueó hacia él con una expresión de total abandono en el rostro, Harry comenzó a desabrocharle uno tras otro los botones de la blusa con una destreza pasmosa, la abrió, y desabrochó también el enganche frontal del sostén de encaje. Apartó las copas a los lados, dejando al descubierto los hinchados senos de Blair, y contuvo el aliento extasiado ante la belleza de aquellas circunferencias de textura cremosa y sonrosadas aureolas.
Los acarició suavemente, sin dejar de observar la expresión de su rostro mientras ella se entregaba a él por completo.
—No sabes hasta qué punto me excitas, me excita como ninguna otra mujer lo ha hecho jamás —le susurró, inclinándose hacia sus pechos muy despacio— Dios, Blair, eres deliciosa, y quiero devorarte...
Bajó la boca hasta uno de los senos, y empezó a tirar del pezón con los labios, a succionarlo, y Blair se deshizo en gemidos. El placer que estaba experimentando era tan intenso que sentía que los ojos se le estaban llenando de lágrimas. Sus dedos temblorosos se enredaron en el vello rizado del tórax de Harry y lo atrajo hacia sí más aún.
De pronto una de las manos de Harry estaba introduciéndose por debajo de la falda de su vestido, y la joven notó que iba ascendiendo por uno de sus muslos, hasta alcanzar el vientre.
—Lo que quieras, Harry —le susurró al oído—, te daré lo que quieras...
Harry se entregó sin restricciones a la necesidad de ella que lo consumía, y sus besos se volvieron más ardientes, y sus manos más insistentes en las caricias que prodigaban a la joven sin cesar. Blair, en un arrebato de pasión en medio de aquel frenesí, le hincó los dientes en el hombro, y no se dio cuenta de lo que estaba haciendo hasta que lo oyó inspirar y levantar la cabeza.
—Lo... lo siento —balbució la joven, avergonzada—, te he mordido.
Pero a Harry no parecía importarle demasiado. Había bajado la vista a los senos de la joven, y estaba observando las marcas rojizas que sus labios habían hecho.
—¿No te he asustado, dejándome llevar así? —le preguntó quedamente.
—¿Por qué debía haberme asustado? —inquirió ella su vez, perpleja.
—Porque podría haberte hecho daño —masculló, contrayendo el rostro, disgustado consigo mismo, mientras le acariciaba suavemente las marcas que le había hecho—. No pretendía perder la cabeza de este modo.
El que fuera capaz de hacerle perder la cabeza hizo que Blair se sintiera tremendamente halagada.
—Pero si no me has hecho ningún daño —le dijo con una sonrisa—. De hecho, me ha gustado — añadió—. No soy de porcelana, Harry, no voy a romperme por que seas un poco brusco.
Blair se acercó más a él y colocó la mano en su camisa.
—¿Me dejas que te toque yo también?
Harry solo dudo un momento antes de ceder a la tentación de sentir sus manos sobre su piel desnuda. Desabrochó los botones de la camisa, tiró del bajo para sacarla de los pantalones, y miró a Blair a los ojos mientras se la quitaba y la arrojaba al suelo.
Ella apoyó la frente en el ancho tórax y sus manos se introdujeron por entre la densa mata de vello, tirando de él. Harry suspiró y le peinó el cabello con los dedos.—Bésame como yo he hecho contigo, pequeña — le pidió, guiando su boca hacia su pecho.
Ella contuvo el aliento, algo sorprendida. Nunca se le había ocurrido que una mujer pudiera excitar a un hombre del mismo modo que un hombre a una mujer, estimulando sus pezones. Sus labios buscaron por entre el vello rizado hasta encontrar uno, y frotó la punta de la nariz contra él, después los labios, y finalmente lo mordisqueó. El cuerpo de Harry se puso completamente tenso, y después se estremeció de arriba abajo.Blair siguió besando toda la expansión de su musculoso tórax, y el se echó hacia atrás, tendiéndose en la cama, para darle mayor libertad de movimientos. Cerró los ojos, y se dejó arrastrar por las olas de placer que lo estaban inundando, y gimió cuando Blair tiró con los dientes del otro pezón. La joven, encantada de tenerlo completamente a su merced, se volvió más atrevida, descendiendo hacia las estrechas caderas, y lo mordió con delicadeza justo encima del ombligo.