Parte Treinta y Nueve

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La joven lo miró espantada al oír esas palabras. ¿Qué estaba haciendo?, ¿Por qué se engañaba?. Iba a casarse con él cuando tampoco a ella la amaba. ¿Qué clase de matrimonio iba a ser el suyo? Una pareja era cosa de dos. Con el tiempo, el deseo se iría debilitando, y cuando hubiese desaparecido del todo, ¿qué quedaría?

Harry la miró de reojo y al ver la expresión sombría de su rostro, creyó que se debía a la escena de celos que Nina había montado hacía unos instantes. Maldijo su suerte para sus adentros y llamó al camarero para pedir la cuenta, ignorando las miradas curiosas de los demás comensales. Nina había desbaratado lo que podía haber sido un día perfecto, acabando de un plumazo con el buen humor de Blair y del suyo propio.

Había creído que la modelo se daría cuenta de que no estaba interesado en ella. Hacía semanas que no la llamaba. ¿No era eso suficiente indicación de que no quería volver con ella? No, se dijo, la culpa era solo de él. La había utilizado para mantener a Blair apartada de él, y aunque ella había estado de acuerdo, tenía que haber parado cuando advirtió que Nina parecía estar ilusionándose. Debería haber tenido una larga charla con ella antes de pedir a Blair que se comprometiera con él, pero con el inesperado suceso que había postrado a Blair en la cama del hospital durante varios días se había olvidado casi por completo de ella, preocupado como estaba. Tenía que ir a disculparse.

—Creo que será mejor que esperemos a mañana para ir a comprar los anillos, si no te importa —le dijo minutos más tarde, cuando ya habían abandonado el restaurante, y estaba deteniendo el coche delante de la casa de la joven—. Hay algunas cosas que tengo que arreglar antes.

—Por mí está bien —contestó Blair en un tono apagado—, de todos modos, el día ya se ha echado a perder.

Harry apagó el motor y se giró hacia ella, contrayendo el rostro al ver la expresión desolada en los ojos de Blair.

—Lo siento —murmuró con voz ronca

— ¿Por qué te estás disculpando? —le espetó ella—. No es culpa tuya que las mujeres te persigan. Al fin y al cabo, yo fui una de ellas —añadió con una risa amarga.

—No —le contestó él con firmeza—. Tú no eres una más, si es eso lo que quieres decir. Te he pedido que te cases conmigo, Blair, ¡no que pases una noche conmigo en la cama para divertirme un rato!

—Oh, y me doy cuenta del gran honor que supone —le dijo ella sarcástica. Lo miró con verdadero pánico en los ojos—. ¿Qué clase de vida nos espera, topándonos con todas las amantes a las que has ido dejando en el camino cada vez que salgamos a comer o cenar? Harry, no es esto lo que quiero —le dijo desesperada—, ¡no puedo casarme contigo!

Harry la agarró por el brazo, atrayéndola hacia sí y obligándola a mirarlo a los ojos. —No, ni hablar —le dijo en un tono áspero—, no voy a permitir que te eches atrás.

— ¡No puedes obligarme, yo...!

Pero no pudo terminar la frase, porque los labios masculinos tomaron los suyos.

Al principio se revolvió, aunque fue solo unos segundos, antes de derretirse entre sus brazos. El calor y la destreza de sus labios la debilitaban, era incapaz de resistirse. Le echó los brazos al cuello, y comenzó a responderle con fervor.

—No estás jugando limpiamente, Harry... —murmuró cuando él finalmente la dejó respirar.

—No estoy jugando contigo, Blair —le contestó él muy serio, clavando sus ojos oscuros en los ojos de ella—. Nina sabía muy bien que no tenía ninguna posibilidad conmigo, porque lo nuestro acabó hace mucho tiempo, y yo nunca le hice ninguna promesa. Sé que jamás debí proponerle aquel trato estúpido para desalentarte, y que debí darme cuenta de que estaba albergando esperanzas al ver que yo seguía saliendo con ella cuando tú empezaste a ignorarme. Yo lo hacía por despecho, pero por salvar mi orgullo le decía a ella que era porque tenía asegurarme que tú captabas el mensaje.

Perfecta para él. | Harry Styles Donde viven las historias. Descúbrelo ahora