Parte Cinco

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— ¡Espera, por favor! —lo llamó una voz familiar.

Harry resopló, pero se detuvo a unos pasos de su coche, y se dio la vuelta. Tal y como había supuesto, se trataba de Blair, que llegó junto a él unos segundos después, casi sin resuello.

—¿Ya te marchas? —lo increpó la joven frunciendo los labios—. Has pasado por delante de mi mesa y ni siquiera me has dicho adiós.

—¿Eso era todo? —farfulló Harry, sacando de su bolsillo la llave del coche—. Pues adiós.

Y le dio la espalda, para introducir la llave en la cerradura de la portezuela del vehículo. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, Blair se interpuso entre el coche y él.

—¿Por qué tienes que tratarme de ese modo? —lo increpó desesperada.

—¿Y a ti qué diablos te ha dado? —exclamó él—. No haces más que perseguirme. —¿Es que no te das cuenta? —respondió ella con aire dramático—. Me muero de
amor por ti —le dijo, y extendió los brazos en cruz y lo miró de un modo sensual —. ¡Tómame, Harry, te lo ruego, tómame, hazme el amor!

Para fastidio de la joven, el ranchero se echó a reír.

—¿Dónde?

—Sobre el capó del coche, en el maletero... me da igual —contestó ella, sin variar aquella pose de víctima complaciente, y cerrando los ojos.

—El capó del coche cedería bajo mi peso, y tal vez tu cupieras en el maletero, pero yo lo dudo —respondió él en un tono irónico.
Blair abrió los ojos y lo miró irritada. ¿Cómo podía mostrarse indiferente cuando ella estaba dispuesta a entregarse a él? Era casi insultante.

—¿Sobre el asfalto? —sugirió entre dientes.

—Demasiado duro para mi gusto, me temo —murmuró él, meneando la cabeza. —Pues sobre el césped.

—¿Y que se nos suban encima las avispas y las hormigas?
Harry se había cruzado de brazos y estaba observándola divertido, pero, de pronto, como si hubiera decidido cambiar de táctica para disuadirla de su impertinente coqueteo, la miró de arriba abajo de un modo que hizo que el vello de la joven se erizara. —No hagas eso —le rogó Blair azorada, cruzando las manos sobre el pecho, como para protegerse de su escrutinio.

—Has sido tú la que has empezado, cariño —le recordó él.
Se acercó un poco a ella, con la intención de acobardarla, de que se sintiera intimidada por su tamaño y su fuerza. Ya era hora de que se diera cuenta de que provocar a un hombre adulto podía tener serias consecuencias. Al parecer logró su propósito, porque de inmediato la expresión en el rostro de Blair delató que no se sentía tan segura de sí misma como pretendía.

—Harry... —musitó nerviosa.
El aparcamiento estaba desierto, y la bravata de Blair se estaba desvaneciendo por segundos. Flirtear era una cosa, pero nunca había pensado que Harry se fuera a tomar en serio su ofrecimiento.

Lo cierto era que no estaba segura de sentirse preparada para algo así.

—¿Qué ocurre? —la picó Harry con una sonrisa socarrona, al ver que parecía un animalillo indefenso, asustado por los faros de un coche—. ¿Te estás echando atrás?

—Es que... estamos a plena luz del día —balbució la pobre Blair con voz entrecortada.

—¿Y qué? —inquirió él con voz ronca.

Esbozó una sonrisa sensual, muy masculina y arrogante, como si supiera que en ese mismo momento a Blair le temblaban las rodillas, y los latidos de su corazón se habían disparado.

—Tengo... tengo que irme —farfulló ella, casi frenética.

Harry sintió deseos de presionarla un poco más, no porque quisiera darle un escarmiento, sino porque aquella vulnerabilidad lo excitaba de un modo que jamás había imaginado. Sus ojos descendieron hacia los senos de la joven, tan erguidos, tan generosos... No había otra palabra para describirla más que «voluptuosa». Estaba tan bien formada, que aquellos deliciosos pechos podían colmar incluso unas manos tan grandes como las suyas. Solo en ese momento, Harry se dio cuenta de la dirección que estaban tomando sus pensamientos, y se abofeteó mentalmente. ¿En qué estaba pensando? Era una chiquilla, se recordó. Alzó la mirada hacia el rostro encendido de Blair.

—Creía que querías que te hiciera el amor —le dijo en un tono que advertía peligro—. ¿Es que vas a huir antes siquiera de que hayamos empezado?

La joven tragó saliva con dificultad, y se apartó de él, dejando escapar unas risas nerviosas, y sintiéndose como una idiota.

—Me parece que antes necesitaré tomar algunas vitaminas... para ponerme en forma —le dijo, queriendo que se la tragara la tierra—. Otra vez será.

Harry se rió suavemente, meneó la cabeza, y entró en el coche. Una vez en su interior, bajó la ventanilla apoyó en ella el antebrazo y asomó la cabeza.

—La próxima vez, asegúrate de que sabes lo que estás pidiendo —le dijo mirándola muy serio—. Pocos hombres rechazarían una oferta tan descarada.

—No estaba haciéndote ninguna oferta —masculló ella enfurruñada—, solo estaba picándote un poco.

—Pues esa clase de jueguitos pueden ser peligrosos. Si quieres practicar, hazlo con Randall. Está casi tan verde como tú.

—Tal vez lo haga. Al menos él me desea —farfulló ella despechada.
Randall era un joven estudiante de medicina que estaba haciendo las prácticas en el hospital de Jacobsville, y con el que había salido unas cuantas veces, aunque no había nada serio entre ellos.

—Pues que bien —contestó Harry con despreocupación—. ¿Vas a tu casa?, ¿quieres que te deje allí? — inquirió al observar que Blair tenía colgado el bolso.

—No, gracias —farfulló ella—. He quedado para comer con una compañera — mintió.

Perfecta para él. | Harry Styles Donde viven las historias. Descúbrelo ahora