Se despidió con un ademán de la mano, y se alejó hacia el edificio de la inmobiliaria. Escuchó a sus espaldas cómo Harry arrancaba el coche y salía del aparcamiento, pero no se volvió. No quería que viera las lágrimas en sus ojos. Harry le había dado una lección, le había demostrado que en muchos aspectos aún no había crecido. Había flirteado descaradamente con él, pero cuando él le había respondido, se había quedado paralizada. Harry era experimentado y ella no. No, no sabía cómo comportarse con un hombre adulto, no conocía las reglas del juego. Se había puesto en ridículo a sí misma.
Aunque Harry le había dicho que lo más seguro era que no asistiría a la fiesta que daba su madre, Blair se puso lo más guapa que pudo, y se engañó diciéndose que lo hacía por Randall, que él lo apreciaría. Había comprado para la ocasión un vestido de lentejuelas plateado que le caía en varias capas justo por encima de la rodilla y unas sandalias de tacón a juego; se había dejado el cabello suelto; y se había dado unos ligeros toques de maquillaje en tonos pastel.
Cuando bajó al jardín, donde la gente del catering había colocado una carpa, se encontró con Randall, que estaba esperándola vestido de un modo algo más informal que ella, con sus gafas de metal y el pelo engominado. Aunque no era guapísimo, tenía bastante éxito con las mujeres por su forma de ser afectuosa y su carácter tranquilo.
— Vaya, no te queda mal ese vestido—le dijo al verla aparecer.
Blair sonrió ante el peculiar cumplido mientras Randall miraba en derredor, fijándose en las personalidades que se estaban congregando.—Caray, tu madre conoce a un montón de gente importante.
—Solo a la que se mueve en su círculo —contestó Blair, encogiéndose de hombros.
Le molestaba esa faceta materialista de Randall. Ella no le daba importancia al dinero ni al estatus social, pero sabía que Randall tenía las miras puestas en el fututo en su ambición por establecer una consulta privada en Houston.
Comenzaron a andar entre la gente, saludando a quienes conocían, hasta llegar a la larga mesa con el ponche y los aperitivos. La orquesta que habían contratado había empezado a tocar una melodía lenta, y algunas parejas estaban ya bailando en la pista que se había colocado en el centro del jardín. A ella le encantaba bailar, pero Randall no era precisamente un Fred Astaire, y aunque Blair se había ofrecido a enseñarle, él siempre se negaba, diciéndole que lo suyo no tenía arreglo.
— Supongo que no te apetecerá dar unas vueltas por la pista —aventuró a pesar de todo.
Como había esperado, Randall meneó la cabeza.— Lo siento, pero estoy hecho polvo. De lo que tengo ganas es de sentarme.
Blair se encogió de hombros como si no le importara. Se volvió hacia la mesa para servirse un poco de ponche, y al girarse vio, a unos metros, a Harden y Miranda Styles. Miró detrás de ellos, esperando ver a Harry, pero no estaba allí. Los saludó con una sonrisa, a pesar de que sus esperanzas acababan de desmoronarse como un castillo de naipes.