uno

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—¿Es este?

—Lo es.

—Da escalofríos —murmuró el alfa llevando el cigarro directo a sus labios. Miró con atención al chico, era delgado, cubierto de pocas curvas y con un rostro serio. A decir verdad notó la mirada extraña, vacía sin ningún matiz de brillo en él. Las pecas que inundaban sus mejillas, sus labios gruesos y rosados estaban resecos. Tenía gruesas cejas y su cabello estaba desordenado. Caminó a su alrededor. COTIDIANO IVAR era un nuevo producto que obtuvo demasiadas fallas, era feo, poco atractivo, e incluso no adquirió tanta empatía y cariño como sus otros productos. El alfa miró su espalda, tenía una piel suave y lechosa, buen trasero, a decir verdad era lo único positivo de él—. ¿Porqué salió así?

—No es un error, a decir verdad es el resultado de unir a Ismael y a Ingrid.

El alfa miró al beta con el ceño fruncido. Cotidiano Ismael era un producto excelente, un Omega hermoso y sensible que fue valuado a más de un billón de billetes. Su belleza extraordinaria estaba en la boca de todos al igual que su hermana, Ingrid. Volvió su mirada a Ivar, tenía al menos cien de los mejores ejemplares de COTIDIANO OMEGA listos para venderse. Trabajaba para los gobiernos más poderosos, enviando uno que otro producto a alfas ricos para mantener un orden en el flujo dineral. La mayoría de sus Omegas se volvían expertos en la política, en los tratos e incluso decisiones que involucraban a países del primer mundo. Nada más tenía que ver a Ismael para comprobar todo el tablero de juego.

El alfa bufó, decepcionado. Cotidiano Ivar iba a estar involucrado con Henry Weston, un solitario alfa adinerado que tenía bastantes influencias en la sociedad alemana. Desde la muerte de su primer Omega no existía ánimo alguno a aceptar los tratados con el gobierno francés. Miró rápidamente el expediente, los allegados y fuentes confiables decían que le gustaban los Omegas fuertes e inteligentes, de pocas palabras. No daban características específicas, si le gustaba delgados o muy curvilíneos, de labios gruesos, rostro definido, pómulos puntiagudos o mirada aterciopelada. A decir verdad los gustos de Henry Weston eran tan complejos que el pobre Ivar había salido tan defectuoso que no podía siquiera verlo.

Había hecho Omegas listos, bonitos, pero jamás pensó que la unión de sus mejores productos iban a terminar en un Omega tan feo. El alfa volvió a analizar su cuerpo, era medianamente alto, tenía algo de musculatura en los brazos y abdominales notorios. Sus piernas eran regordetas, sin vello ni tampoco marca alguna de errores. Su piel lechosa estaba aperlada, suave, y su rostro... Su rostro era lo que más le preocupaba. Jamás había visto tal expresión de frialdad en un Omega como lo veía en Ivar, era serio, poco simpático y su mirada daba terror. Parecía tan vacío por dentro que temió haber creado un monstruo.

—Ivar. Sonríe —ordenó y el Omega sonrió rápidamente, sus dientes eran perfectos, sus labios, tenía todos los rasgos perfectos de Ismael e Ingrid y todavía no sabía qué era con exactitud lo que aterraba de él. Difícilmente sería llamado Omega—. Ya. ¿Porqué diablos das tanto miedo?

—Señor, de hecho Ivar tiene el rostro perfecto, según las medidas que deberían ser. Tal vez lo ve extraño porque casi todos nuestros omegas tienen rasgos femeninos —el beta tomó con suavidad el rostro del Omega, la mirada azulada del chico se posó en el hombre—. Parece que este es el rostro de un Omega perfecto.

—De todas formas, no lo presentaré frente al gobierno alemán. ¿Acaso no viste cómo era el antiguo Omega del Señor Henry? ¡Una belleza! No podemos enviar a Ivar para reemplazarlo.

—Entonces... ¿Hará otro?

El alfa sonrió y asintió con rapidez, fue directo a su escritorio y se sentó sobre el asiento. Tomó un pedazo de papel y empezó a escribir varias cosas que el beta no pudo leer. Ivar se quedó callado.

Cotidiano IvarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora