ME MUERO POR CONOCERTE

622 58 6
                                    

Después de despedazar al demonio quimera Hyakkimaru terminó con su cuerpo manchado de sangre, con sus ideales nublados y la ira lo dejó más ciego de lo que ya estaba, no pudo recuperar nada, eso lo enfureció, necesitaba recuperar su cuerpo a la voz de ya, por una sola razón, Dororo, ya quería verla, tocarla poder deslizar sus verdaderos dedos por su piel y sentir ese calor que se acumulaba en su pecho, la criatura se hallaba muerta envuelta en un viscoso charco de sangre aún así el siguió atacando, exigía en cada corte, lo que era suyo, hundía sus espadas recordando que casi pierde lo más importante para el, se sintió inútil, siempre se las había ingeniado para superar los obstáculos en su camino pero hoy, casi pudo ver escurrirse entre sus manos a lo más valioso para el, perdió la razón hasta enloquecer, es que sin ella ya nada tenía sentido.

-Aniki detente... - los pequeños brazos de la  niña rodearon su torso, su cuerpo se paralizó, y hasta el equilibrio lo abandonó, quedó incado, Dororo puso ambas manos en las mejillas de Hyakkimaru para intentar calmarlo, el aún respiraba agitadamente, él necesitaba más de esas caricias para relajar su alma, así que pegó sus frentes y la pequeña trataba de aliviar la oscuridad acumulada en su mente, esa que desquiciaba a su Aniki dejándolo fuera de sí.

De pronto él se puso de pie diciendo que iría a Daigo por su cuerpo un par de minutos más tarde Dororo detuvo su andar, eso alarmó a Hyakkimaru, quien volteó para retroceder uno que otro paso y quedar frente a ella, se arrodilló para estar a su altura, no podía verla, maldita sea, ya quería ser un humano y compartir lo que restaba de vida junto a su pequeño ser de luz.

-Aniki...debes limpiar tu ropa...casi todo tu cuerpo está manchado de sangre... - el no pudo evitar sonreír leve, ella siempre se había preocupado por las pequeñas cosas que podían afectarle. Asintió a su pedido y se dejó guiar por el pequeño resplandor de esa alma que había logrado ingresar en lo más profundo de su corazón para llenarlo de calidez y hasta ahora desconocido, amor, ya de noche encontraron un pequeño arroyo que fluía lento, el sin pena alguna dejó caer su desgarrado kimono para meterse al agua fría, a el no le afecta a en lo más mínimo, ella por su parte lavo su ropa, había exprimido el agua  lo más que pudo encendió una ferviente fogata y dejó secar la prenda por al menos una hora mientras tanto sacó una manta de la especie de bolso que llevaba en su cintura para que Hyakkimaru se cubriera mientras su ropa secaba, él se colocó nuevamente su vestimenta.

-Dejame sujetar tu cabello... - la niña busco la cinta pero no aparecía supuso que se había perdido en el arroyo y sin más remedio desató la suya para tomar todos los mechones algo mojados de su Aniki y agarrarlos en un su típica coleta -Listo- dijo ella, observó el hermoso cielo nocturno cubierto por las estrellas.

Su pequeño brazo fue halado para quedar frente a frente con Hyakkimaru tan cerca que podían respirar el aliento del otro, el corazón de la pequeña se detuvo y aunque otras veces hubiera reaccionado violentamente, esta vez no lo hizo, al contrario era como si necesitará esa cercanía, quizá necesitaba más de eso.

-Dororo...quiero recuperarlo todo... - susurró el, con voz profunda, estaba hablando muy enserio.

-Entiendo pero...- no la dejo terminar colocó sus dedos sobre esos pequeños labios.

-Y sabes ¿Por qué?... - ella negó, aún así no creía que fuese necesario tanta violencia, derramar tanta sangre y la muerte de terceros inocentes.

-¿Por qué es tuyo?... - ahora el era el que negaba esa respuesta, en parte quería de vuelta lo que le fue robado, pero otra era esa pequeña la razón.

-Dororo... muero por conocerte...yo quiero dar calor con mis manos reales así como tu...quiero brindar abrigo así como tu...quiero verte... -  era la primera vez que el decía más de cinco palabras seguidas, la niña estaba anonadada con esa confesión, el corazón de ambos latió fuerte y acelerado, ella no pudo reprimir las dos lágrimas que surcaron su rostro para caer y deslizarse por sus mejillas descendiendo por su cuello, alzó sus brazitos para abrazar y colgarse del cuello de su Aniki, ella también quería sentir el calor de su cuerpo.

El dejó que su pequeña llorase en silencio para desahogar su alma y se librara la pesadez que cargaba sobre sus hombros aun siendo tan joven, se fundieron en un abrazo hasta que la menor se quedó dormida en sus brazos la acomodó y se cubrieron con la manta que tenían, acaricio sus gélidas mejillas, la abrazo con más fuerza esperando que entrará en calor, lo logró, el también se acunó en su pecho, moría por conocerla, moría por acariciarla así como ahora pero con sus dedos, aferrarse a ella con sus brazos en un agarre firme, quería darlo todo por ella, y también quería más de ella, por moría por conocerla, y ahora que sus labios recorrían el rostro frío de la niña anhelaba sentirla aún más, si llegaba a morir sería por conocerla.

Dororo y Hyakkimaru Donde viven las historias. Descúbrelo ahora