NO SIEMPRE RECORDAR ES VOLVER A VIVIR

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Hyakkimaru partió después de ver a su padre por última vez, estaba consiente que detrás de él no sólo quedaban ruinas y escombros de lo que antes fue un gran e imponente Castillo, sino que entre todo eso le estaba costando seguir caminando sin mirar atrás, le fue difícil no pensar en Dororo, imposible no sentir su dolor y aún así ir hacia adelante, alejándose con cada paso, con cada segundo que ella esperaba, al menos se hubiera despedido de ella, pero así es como quizo hacer las cosas, ante ella era débil, y quizá la hubiese arrastrado en ese nuevo viaje lleno de peligro e incertidumbre, no quería ni un rasguño más en ella, ni malos recuerdos en su alma, la quería viva, la quería feliz, no quería ser un demonio, al menos no para ella y con la imagen más bella que sus ojos captaron partió en busca de respuestas, grabando en su corazón la silueta de una pequeña niña muy valiente que descongelo su alma y acunó en sus cálidas manos su corazón.

Dororo espero en el mismo lugar, pasaron horas y ya la noche le saludaba , ella se negaba moverse de ahí, aunque en su mente estaba segura que volvería pero no sería hoy ni mañana sino un pronto, un pronto que le costó días de angustia y fuerte depresión, los aldeanos la pudieron mover de aquel lugar cuando ella cayó rendida a morfeo, su cuerpo estaba frío, al día siguiente despertó y corrió al mismo sitio, así fue día con día durante al menos un mes, los pobladores estaban preocupados, porque la niña no se alimentaba bien, y la encontraron inconsciente en el mismo sitio, la llevaron nuevamente para curarla tenía fiebre y no queria probar alimento, la tristeza estaba comiéndose su alma y apagando su luz poco a poco.

Las palabras del viejo monje le regresaron los ánimos y con la esperanza de volverlo a ver trazo su propio camino esperando un día que las líneas del destino los crucen para volverse a encontrar y esta vez no iba a soltarlo, iba aferrarse a él con uñas y dientes, cueste lo que cueste.

Empezaron con la reconstrucción de sus hogares y usando el dinero de su padre, y así dio inicio al renacer de la aldea que con el tiempo alcanzó la cúspide de la prosperidad y abundancia, no fue fácil, y todo ese trabajo la mantuvo distraída, y un poco alejada del tremendo vacío en su pecho, sin embargo no había noche que ella no dedicara sus pensamientos a las estrellas haber si un día sus palabras llegarían hasta el.

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Y sumida en interminables recuerdos a dos años de su partida llegaron nuevos aldeanos para iniciar su vida ahí en el pueblo todos eran bienvenidos, y la jornada continuó normal, pero esa mañana fue diferente, Dororo llevaba en sus manos algo de ro...

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Y sumida en interminables recuerdos a dos años de su partida llegaron nuevos aldeanos para iniciar su vida ahí en el pueblo todos eran bienvenidos, y la jornada continuó normal, pero esa mañana fue diferente, Dororo llevaba en sus manos algo de ropa que iba a lavar en el arroyo, un muchacho poco mayor que ella la mira a fijamente, estaba sorprendido que una niña usará ese tipo de vestimenta tan inapropiada, notó lo distraída que iba, o más bien triste, como sea, la siguió porque casi cae al resbalar al filo del arroyo, la sostuvo con ambos brazos, ese tacto tan ajeno inusual la incomodó de sobremanera, en vez de agradecerle el chico solo recibió una sarta de insultos a su atrevimiento, en fin, nadie podía tocarla, absolutamente nadie, porque nadie tenía esa calidez, ternura y delicadeza de su Aniki.

Fue ahí que recordó la sensación de sus brazos, sus brazos humanos, los brazos de Hyakkimaru, el único que repartía calor con cada pequeño roce entre su piel, y justo en ese momento en que su aunsencia caló hondo, justo cuando empezó a hacer frío en el hueco que sentía, deseó con todas sus fuerzas ser abrazada, pero solo por el, quería un remedio a esas malditas ganas de llorar al nombrarlo, e inútilmente se abrazó así misma recordando ese contacto, intentando sentir el cariño de su mirada, se abrazo así misma tratando de darle un consuelo a su alma, intentando volver a vivir esa escena, pero no siempre recordar es volver a vivir, otra vez derramó pesadas lágrimas saladas que irritaban sus ojos, y entre lágrima y lágrima  lo maldijo, deseó lo peor para el, y contradiciendose también lo llamó, resonando en pequeños ecos el nombre de Aniki.

Haciéndose a la idea de que no siempre recordar es volver a vivir, a veces recordar te puede consumir, pero ella decidió sólo recordar, para recordar que tiene por quien vivir.

Dororo y Hyakkimaru Donde viven las historias. Descúbrelo ahora