Por Necesidad

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Que había sucedido en esos escasos cinco minutos en el que el se adelantó un par de pasos con sus pensamiento nublados por la rabia y el rencor, le costó mucho derrotar al último demonio que se cruzó en su camino, a pesar de que despedazó a la mariposa gigante incluso recuperó su espina dorsal, estaba molesto, se derramó demasiada sangre, pero a él no le importo, siguió como si nada con una sola cosa en mente no era su problema, pero si era un problema para ella, ya había visto demasiada gente inocente morir quedando montañas de cadáveres y cientos de almas perdidas sin descanso y paz persiguiéndola en sus sueños naciendo de ellos las peores pesadillas, que la atormentaban noche tras noche, sin piedad sin consideración.

Dororo no quería flaquear ahora que estaban tan cerca de recuperar el cuerpo de Hyakkimaru pero su corazón estaba pesado, y su alma dolorida gritaba a sus adentros para abrir un debate dentro de su mente ¿a quién debía darle la razón? De todas formas el camino que eligiera estaba por mancharse de sangre o ya lo estaba, una aldea se había destruido y se preguntaba si era su culpa por llegar a ese lugar y con su sola presencia causó todo esos destrozos.

Dejando el triste panorama atrás caminaron para seguir a donde sea que los lleve el destino, la pequeña niña dejó escapar dos que tres palabras de sus pensamientos ¿acaso hicimos lo incorrecto? El llanto de los sobrevivientes la devolvió al pasado donde muchas veces quería escapar, uno donde ella lloraba sobre el cadáver de su madre dejando inquebrantables sollozos que hicieron temblar hasta el mismo cielo que después la cobijó con nubes negras para acompañar su llanto con una tormentosa lluvia, al recordarlo volvió a sentir frío y un poco de desesperación, igual se negó a llorar, no era ella quien perdía a nadie en ese momento, solo desgracia ajena, pero era tan difícil retener la tristeza.

No es mi problema escuchó a lo lejos con una voz cargada de desinterés, era Hyakkimaru quien empezó a caminar alejándose del lugar, sus sentidos se pusieron al límite, ¿estaba escuchando bien?, acaso él pensaba que todo esto estaba correcto, el no veía el dolor y la tristeza en cada alma que yacía sobre los escombros, entonces Dororo se dio cuenta que no se estaba volviendo humano, su mentalidad era la de un cazador, el carecía de sentimientos, no estaba pensando en los demás ni en las consecuencias de sus actos, eso era primordial en cualquier humano, esto no está bien, te convertirás en uno de ellos, pero sus palabras no fueron tomadas en cuenta y se perdieron en el lúgubre anochecer.

Caminaron sin descanso durante toda la noche hacia ningún lado en especial, ella se retrasó contados pasos y fue presa de Itachi quien deseaba la otra parte del mapa de un tesoro escondido, Dororo nunca había sentido tanta humillación antes, su orgullo estaba siendo pisoteado, y es que ella si era muy orgullosa de la independencia que había logrado después de quedar huérfana, pero era la primera vez que sentía miedo y desesperación, la primera vez que quería llorar libre y abiertamente sin importar que esos maleantes la miraran, maldito traidor que descubrió su más preciado secreto, maldita la guerra que le arrebató todo, y mil veces maldito el destino que la separó de la única persona que llamaba en pequeños murmullos cargados de anhelo por volverlo a ver, lo admitía, quería ser salvada una vez más por él, aun no se rendía, lucharía aunque ya no tuviera fuerzas, aunque ahora que descubrieron la otra mitad del mapa era posible que al encontrar ese dinero la matasen, que cruel, era tan pequeña, tenía mucho por vivir, tenía alguien por quien vivir, alguien la necesitaba y ella también a él.

Hyakkimaru repetía inconscientemente balbuceos acerca de su maldición, y una brisa fresca lo hizo voltear y confirmar la ausencia de Dororo, regresó sus pasos buscándola, y su mente olvidó todo lo que había pasado para centrarse en una sola cosa, en la más importante para él, Dororo, no la encontró por ningún lado, y sintió un profundo vacío que dejó helado su corazón, y es que ese pequeño cuerpecito le brindaba más calor que el sol, porque le abrigaba el alma, sintió una gran tristeza al creer que ella lo había abandonado, pero eso no podía ser, ella juró quedarse a su lado, entonces donde estaba ahora, ¿Dónde? Toda su vida la vivió en la profunda oscuridad y soledad, hace tan poco que podía gozar de escuchar, sentir y oler, y su sonido favorito era su risa, su aroma también era su favorito, y su piel la más suave que haya podido acariciar antes, caminó sin rumbo, no sabía dónde estaba, pero no se detendría hasta encontrarla, volvería a sentir la calidez de su pequeña.

Mientras Dororo maldecía su suerte y su camino Hyakkimaru agradecía los senderos que lo llevaron de vuelta con Jukai quien lo ayudó a darse cuenta que sin ella todo lo que estaba haciendo por recuperar su cuerpo no tendría sentido, y si un día lograra ser un humano completo no serviría de nada si ella no estaba para guiarle en este mundo desconocido para él, así que todo se redujo a ella.

Y con ella en la mente y su corazón partió, dispuesto a recuperarla, sin importar cuán lejos estaba él iba a encontrarla, llegó justo a tiempo, se sintió feliz de que ella jamás lo hubiera abandonado, y solo se trataba de Itachi y su banda, no espero más para acabar con ese tiburón monstruoso que amenazaba con matarla, ni tampoco perdió tiempo para sentirla piel con piel, saber que era ella, Dororo rodeo con sus finos brazos la cintura de Hyakkimaru, él volvió por ella y al instante ambos sintieron el aliento regresar a sus cuerpos y se dejaron llenar de felicidad, en ese pequeño roce, al principio la pequeña sintió recorrer un agradable escalofrío por todo su cuerpo al tenerlo tan cerca, aún así con las sensaciones por sobre el cielo dejó que el sintiera su presencia, ninguno supo como entrelazaron sus corazones para compartir un inocente sentimiento que los hizo dependientes del otro.

Ya sus corazones volvieron a latir iguales, y una vez lejos de aquel lugar que marcó una nueva experiencia para ambos, siguieron su camino, esta vez Hyakkimaru decidió no soltar esa pequeña mano que se estaba congelando con la noche, se detuvieron para encender su infalible fogata y descansar, él se apoyó sobre la base de un árbol, hacia demasiado frío, Dororo frotaba sus brazos para entrar en calor, quizá deba usar un kimono más grande pensó, su meditación se detuvo al sentir que era hablada por su brazo derecho era su Aniki quien se recostó junto a ella frente al fuego quedando la espalda de la pequeña contra su pecho, respirando justo sobre su cuello, ella sintió cosquillas,  unas extrañas cosquillas que no hacían reír pero disfrutó esa cercanía así que se abrazó a esos falsos brazos que destajaron y derramaron mucha sangre, esos de madera desgastada, esos brazos que acariciar on su alma, se dejó abrazar para hundirse en un dulce sueño que esperaba no acabarse jamás y porque no un día volverlo realidad.

Ella durmió con una gran sonrisa dibujada en sus pequeños labios, y Hyakkimaru se aferro con más fuerza al pequeño cuerpo de Dororo, quería estar más cerca si eso fuera posible, meterse en su alma como ella lo había hecho, evidentemente ella se convirtió en su mundo, la niña se revolvió un poco, se giro y se arrulló en su pecho, el no dudó en abrir su corazón a esta nueva sensación de necesidad, necesita más cercanía, de ella siempre buscaría más, ella ahora es su hogar.

El rumbo de su destino había cambiado, recuperaría su cuerpo a toda costa, no porque era suyo, en realidad, lo necesitaba, acariciarla con las yemas de sus dedos y sentir ese ardos en sus manos al tocarla y sobre todo mirarla y saber como era la pequeña llama capaz de entender su humanidad al límite, la imaginaba igual o más hermosa que cualquier cosa, aun no había visto nada, pero desde ya ella era hermosa para él, ahora todo lo hacía por necesidad, y su necesidad era ella.

Dororo y Hyakkimaru Donde viven las historias. Descúbrelo ahora