MUERO POR CONOCERTE IV

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Los días pasaron rápido para desagrado de ambos que llegaron tener una relación demasiado fuerte para ser amigos y muy débil para ser algo más, aun así dejaron que pasara lo que tenga que pasar, Hyakkimaru pronto recuperaría la visión, o al menos eso dijo el doctor, pues ya habían pasado dos meses y no se veía mejora alguna, ni él ni ella perdían la esperanza, él debía verla, y ella pues, ella pues solo le debía una vida.

Desde que su trabajo ahora era cuidar del señor Hyakkimaru Dororo estaba muy impaciente en clases, su pie no dejaba de moverse en espera de la campana que parecía que no quería sonar, pero ahí estaba, se acabaron las clases, corrió a la salida ni presto atención a uno de sus tantos admiradores que querían cortejarla e invitarla a salir, en la puerta de la universidad estaba el chofer esperándola, llegaron a la mansión y en la sala estaba el Hyakkimaru con la televisión encendida y los ojos cerrados.

-¿Qué está viendo?- el solo sonrió un poco molesto por la pregunta pero es que la muchacha estaba algo nerviosa y no sabía muy bien que decir, ella cayó en cuenta de sus palabras y solo se mordió la lengua y quiso cambiar el tema –¿Tiene hambre?- esta pregunta fue más coherente.

-Acabo de comer...- se levantó de su lugar siguiendo el aroma de la joven, ella se acercó tomándolo de las manos para sentarse en el enorme sillón, era confortante no tener que trabajar, podría acostumbrarse pero su asistente ya estaba molestando por ahí.

-¿Entonces que quiere hacer?- ella tomo asiento junto con él, no podía dejar de verlo, era el, el de sus sueños, ya sentía algo incierto por Hyakkimaru, pero esto no es el típico cuento de hadas donde el millonario se fija en la chica promedio. Aun así esto era distinto, no se trataba solo de sueños, o cuentos, era el destino, porque desde antes ellos ya estaban unidos.

-Podrías leer los balances de mi empresa, deberían estar sobre la mesa pequeña...- se recostó en el sillón buscando más comodidad.

-Pero señor, usted no debe estresarse... - la verdad es que no quería leer números y estados financieros, que horror.

-No te preocupes de eso se encarga mi asistente...- ella busco los benditos balances por toda la sala pero en la mesa que el mencionó solo estaban unas cuantas revistas.

-Señor solo están revistas...- no quería armar un desorden pero es que no encontraba nada parecido a informes o algo así.

-Tardaste mucho en encontrarlas, la sala no esta tan grande...- él puso las manos tras de su cabeza despreocupado.

-Estos son los famosos balances...- se notaba el sarcasmo cuando ella arrastro las palabras, el no respondió solo asintió, Dororo comenzó a leer desde la portada casi todo se relacionaba a su accidente y que se estaba recuperando no había nada más al respecto, justo como lo había encargado, no quería reporteros acosándola, todo en orden, ella perdió el hilo de lo que estaba leyendo y en voz alta leyó un artículo acerca del poder de una mirada.

La voz de Dororo era ese murmullo que Hyakkimaru escuchaba noche tras noche, sueño tras sueño, despertando a la realidad mientras anhelaba conocer a ese alguien que vivía dentro de sus sueños, y ahora que la tenía cerca no se cansaba de escucharla, fue por ello que siempre le pedía que leyera cosas para él, y cada palabra pronunciada de esa boca lo desesperaban porque moría por conocerla, aunque sea solo una vez, sus manos no se contuvieron y buscaron la figura que relataba el artículo enmudeciéndola cuando esas traviesas manos subieron desde las suyas pasando por los hombros para quedar sujetando las mejillas de ella, la revista cayó al piso, recorrió con sus dedos los labios de ella, los ojos, no pudo evitarlo, pego sus frentes y aun así necesitaba más, todo el mundo que conocía se redujo a ella.

Dororo respiró lento, casi queriendo contener el aire –señor...- un dedo sobre su boca la hizo callar.

-No digas nada...es solo como si...te conociera desde antes...es tonto lo sé...- la abrazó contra sí, y peino ese cabello con sus manos, ella también alzó sus brazos para buscar abrigo en su pecho, era tonto y era irracional, hasta sin sentido que de la noche a la mañana uno despierto amando a alguien que soñó unas cuantas veces, era casi imposible encontrártelo un día y ahora no saber qué hacer con esos sentimientos que revoloteaban dentro de sus corazones, pero ese casi imposible hizo posible que ahora ellos estuvieran así, abrazados sin decir nada más, esperando que uno actué por el otro porque todo era un mar de confusiones con una sola cosa segura, algo los unía fuertemente y no tardarían en descubrir que es.

-Ni tanto señor...- susurró ella, iba a ser la primera en confesarlo –yo lo he visto...y no en una revista...a decir verdad no puedo creer que estuvo tan cerca con tanta publicidad y no me di cuenta antes... es... que... es tonto...y...- estaba nerviosa sus palabras estaban tropezando una con la otra.

-¿Sabes? No entiendo lo que estás diciendo...- volvió a palpar para encontrar esa boca parlanchina –Pero no importa...- su voz se volvió seca y ronca, estaba acariciando esa boca con los pulgares la inmovilizó con sus manos e intentó besarla, se llevó una gran sorpresa al no recibir alguna resistencia, sonrió, no podía verla pero la quería consigo, no podía verla, pero de alguna forma la conocía, detuvo su cometido, la besaría sí, pero cuando pueda verla.

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⏰ Última actualización: Dec 17, 2019 ⏰

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