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Todo el reino estaba presente.

Podía ver como los habitantes de Arendelle disfrutaban de estar, una vez más, dentro de las paredes del castillo.

Después del accidente, otra medida que tomo el anterior Rey fue cerrar las puertas del castillo y reducir la servidumbre que los atendía. Así pasaron 13 años, con esas puertas cerradas, hasta este día.

Todos se reunían en la capilla. Reyes, Duques, Barones, Condes... cada rango alto de nobleza se encontraba en esa lugar; mientras que el pueblo observaba todo desde una distancia considerada, rodeados de soldados reales.

Elsa caminaba hacia donde estaba el obispo para comenzar la ceremonia con gracia, elegancia; con un porte tan magnífico y digno, que su sola presencia hacia que inclinaras la cabeza en sumisión y admiración.

Discretamente buscaba a su hermana, tratando de no mover tanto su cabeza, pero su intención fue en vano. No había rastro de su amada hermana cerca del obispo. Decepcionada, soltó un ligero suspiro por la nariz. Quizá su hermana estaba resentida con ella por todos esos años de separación.

Suspiro de nuevo. Sabía que lo tenía merecido, sabía que Anna se sentiría de ese modo al no darle una explicación del porqué de su encierro. Una tristeza inmensa la invadió en ese momento, al ver que su querida hermana no estaría a su lado en ese importante día.

Al estar frente al obispo, este comenzó con el proceso de coronación. Diciendo unas palabras a las personas presentes, hablando en el idioma natal donde dictaba que se le estaba dando la corona al verdadero linaje de la familia.

Elsa se inclino cuando el momento de poner la corona sobre su cabeza llego. Cerró sus ojos, al sentir como el obispo posicionaba la corona encima de su cabello, de tal modo que quedara bien sujeto a su complicado peinado. En ese instante, por algún motivo, sintió el verdadero peso de la corona.

Las decisiones que tendría que tomar, los sacrificios que tendría que hacer, todo para que Arendelle sea prosperando. Todo para que Arendelle sea el mejor reino de todos. Al alzar su vista de nuevo, ya estaba enfrente el cetro y el orbe que tendría que cargar.

Se quito los guantes, con un poco de inseguridad, y tomo los objetos en sus manos. Dio la vuelta, sostuvo en alto su cabeza, dando un porte sublime, con los objetos que la proclamaban como la Reina oficial de Arendelle.

Escucho como clamaban su nombre, como los aplausos resonaban por las paredes, como los habitantes festejaban afuera de la capilla. Todo parecía tan irreal, y al mismo tiempo, tan concreto. Por el rabillo del ojo vio una silueta, algo alejado de donde se encontraba ella, vestido con traje militar.

Vio como aplaudía con esmero, como si estuviera demostrando lo orgulloso que estaba. Podía sentir su mirada sobre ella, observando cada movimiento que hacía con absoluta precisión. Eso hizo que un hormigueo recorriera su espalda, no era una sensación incomoda, pero tampoco sabía cómo describir lo que pasaba en ese momento con su cuerpo.

Al terminar, todos pasaron al salón de baile. El salón era enorme, no por nada era el lugar favorito de las princesas para ir a jugar con la nieve, había demasiado espacio y nada que pudieran romper o que las pusiera en peligro.

La pared que se encontraba del lado del jardín personal de la familia real, era completamente de vidrio, desde el techo hasta el suelo. Una mesa larga se encontraba ahí con distintos platillos para que los invitados pudieran degustar de la comida.

Kai apareció de una de las puertas que daban al interior del castillo. Como siempre, vistiendo impecablemente su traje de mayordomo. Con su voz grave y fuerte, anuncio la entrada de la nueva monarca.

Behind the CrownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora