p r é f a c e

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❝Vidas injustas, es lo que siempre hay.❞

Los padres suelen presionarte un poco, a veces mucho, sobre qué es lo que quieres estudiar. No importa qué edad tengas, siempre hay un "¿qué quieres ser de grande?" O "¿ya sabes qué quieres estudiar?" Por parte de los padres, de la familia o de uno mismo.

Quizás es por ello que el pequeño YoonGi soñaba con qué sería de grande.

Quizás pianista o profesor.

Zhei, el amigo de mamá, trabajaba en la música; cuando preguntaba de qué trabajaba, todos le decían que era "algo así como escritor musical", y eso parecía divertido. Todos tenían que adivinar su profesión. Tocaba infinidades de notas musicales, cada tecla siendo presionada con suavidad bajo sus dedos, o cada cuerda expresando una melodía diferente a la anterior.

El chico dudaba de su capacidad; no tenía pintura y tampoco parecía que se le permitiese ser pintor. No sabía cantar como SungJin, un niño de su clase, no sabía sumar y restar números largos como Hwasa. Apenas era capaz de hablar delante de sus compañeros –sin llegar a tener una crisis– a diferencia del niño cotorro HoSeok, que parecía tener SIEMPRE, un tema sin particularidad en hablar. Con lo único con lo que disfrutaba era leyendo páginas y páginas de sus libros, o con el piano que su madre mantenía limpio y a salvo en la habitación en conjunto a la de él, esperaba ansioso que Zhei llegará con libros entre las manos y se los regalará, o que le enseñara a tocar otra nueva composición o que sencillamente lo elogiará por haber concluido la música sin errores, lo que solía ser una vez a la semana —en ocasiones más otras menos—. Había épocas en las que no aparecía y entonces se aburría y releía las páginas gastadas de sus obras favoritas o buscaba entre las cartas dirigidas a su madre, alguna composición que fuese enviada, pero aprendió a confiar en aquel hombre tan simpático que siempre acabaría volviendo con una sonrisa amable, sus escritos bajo su mano y algunos libros gastados, para visitarlo a él o a su madre.

Él volvía, siempre igual.

Ojalá hubiese aplicado lo mismo en su casa.

Sus padres fueron cambiando con las estaciones.

Su padre, un hombre duro de roer, con alunas partes tintadas y de sonrisa impecable, cada vez más gritaba y tenía peor aspecto, ya no había rastro del que alguna vez lo tomó entre sus brazos y lo elevaba entre risas. Ya no había sonrisas de su parte o si quiera un simple "te quiero".

Su madre, una mujer de aspecto fuerte, con el cabello negro recogido a lo alto en una coleta, con esas sonrisas inigualables y con tanto afecto y amor que regalaba a su único hijo, parecía cada vez más cansada y sus carcajadas, que eran ruidosas, se habían transformado en pequeños sollozos que inundaban el silencio de la noche y se volvían cada vez más intensos con el paso del tiempo.

El olor a tabaco, hierba quemada, químicos y alcohol –y cosas peores– empezó a infiltrarse en las paredes de la pequeña casa. El color amarillo había sido reemplazado por un sucio verde y el techo ahora parecía ser afectado por una sustancia negra. Los platos sucios se desbordaban de la pila de la cocina y el aliento de su padre, que apestaba a whisky, era cada vez más intenso y aterrador.

Con el paso de los meses, en ocasiones incluso, llegó a olvidar por completo el aspecto que tenía su padre antes de "todo eso". El pequeño YoonGi no quería recordar el aspecto de un padre alcohólico, maltratador, abusador y gritón –qué decir de drogadicto–, pero, ¿cómo puedes recordar a alguien que va cambiando tanto? Cada recuerdo es peor que el anterior y el dulce aspecto, o al menos el más feliz, era reemplazado por un nuevo recuerdo, cada vez más feo.

Hate (미움)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora