Hate (미움)

v r a i ♜m o n s t r e

❝Los monstruos tienen miedo. Es por eso que son monstruos.❞

Todos recordamos al menos uno o dos cuentos.
Variando desde las hadas y duendes, hasta princesas y príncipes; en algunos casos los fantasmas y frankenstein.

Monstruos por doquier.

YoonGi recuerda muy bien el viejo dicho (tal vez no sea un dicho, pero todo el mundo se lo repetía constantemente) sobre el hombre del saco. Hay muchos monstruos más, como la momia, drácula, el hombre invisible, el gato degollado, bueno de todo tipo.

Pero del que más temía era, definitivamente, al hombre del saco.

— "Si no te portas bien, YoonGi, el hombre del saco vendrá por ti."

Todos tenemos miedo de un hombre que pudiera llevarte sin que tu quisieras, todos tienen una idea sobre el aspecto que tiene "el hombre del saco", pero nadie la puede pintar de una peor forma que un niño.

Los niños tienen una imaginación extraordinaria.

Cuando YoonGi era pequeño, él imaginaba a un hombre con un bolso de tela en la cabeza (similar un espantapájaros) los agujeros para los ojos, un alma malvasa y una sonrisa maquiavélica; cargando un arma en una mano y un saco de papas en otra. Si eso no era suficiente, el personaje entero estaba bañado en salpicaduras de sangre.

Terriblemente horroroso.

Y casa vez que era amenazado con el hombre, él definitivamente guardaba su compostura y se volvía "un buen niño".

Pero él jamás pensó, ningún niño lo haría, en que los monstruos de cuentos no eran nada en comparación a los de la vida real.

Hasta que vivió el primer golpe de su padre, sin ningún motivo.

La primera vez había sido por que había hablado en un mal momento y él en serio creyó que lo merecía.
La segunda vez, muy a su pesar, fue porque había tropezado con las botellas de alcohol reposadas contra el suelo. Sabía que las botellas eran sumamente importantes, especialmente aquellas retornables. De modo que, cuando tropezó contra todas las botellas cercanas al sofá, se llevó una reprimienda que le enseñaron a tener más cuidado.
La tercera vez, la última que dejó de contar, fue solo por... por nada. Por gusto para su progenitor y nada más.
Entonces él dejó de justificar sus golpes y trataba de evitarlo, en vano.

Si él creía que solo su padre era el único monstruo, estuvo equivocado.

Había muchos más, hombres muuuuy malos.

Hubo una ocasión donde los amigos de su padre llegaron a mirarlo con otros ojos, a él y a su madre, donde sus ojos visualizaban de pies a cabeza, la apriencia de su cuerpo; su padre —como siempre— nunca le importó gran cosa y era del ser que, a pesar de que tenía una esposa e hijos insufribles y de poco valor, llegaba presumirlos.
Si, no tenía sentido ni para YoonGi.

Los monstruos venían por temporadas.

A veces su padre desaparecía del mapa, sin dejar rastro, y el chico sentía alivio.
Pensaba que se había acabado el Whisky, que se había acabado los muebles rotos y los agujeros en las paredes, y que había dejado atrás a una familia sin golpes.
Pero al poco tiempo después, su padre volvía a casa con más odio, más priblemas y las cosas empezaron a ponerse peores. Hubo una ocasión donde su padre había abierto la puerta de una patada y gritó que quería un pañuelo húmedo, Yoonagi jamás pensó para qué lo requería, hasta que notó la sangre en sus manos, con aquella mirada depredadora y sus camisaz, blancas desde que todo cambió, arrugadas y sangrientas. Llegaba a dar miedo y a infundir pánico en su pequeña familia.