Capítulo 11.- Reencuentro inesperado

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SAMUEL

"¿Alguien la ha visto?" Pregunté al no ver la cabellera azabache de Elisabeth.

"¿A quién?" Miré en las profundidades de la caverna, hasta encontrarme con la mirada de un vampiro tumbado en una camilla improvisada. Tenía el abdomen vendado, pero aún así se podía ver que la herida estaba supurando sangre. "¿A quién?"

"A la mujer que venía conmigo."

"¿La azabache? ¿No había vuelto a aquel endemoniado lugar?"

Mis pupilas se agrandaron. ¿Cómo...? Corrí hacia las pprofundidades de la caverna, gritando su nombre, solo ganandome las miradas curiosas de demás heridos, elfos y otros vampiros que se habían unido a nuestra causa. Mi pequeña hija Anna salió de uno de los recovecos de la caberna, preocupada por mis gritos.

"¿Padre? ¿Por qué gritas? ¿Dónde está Beth?"

"Cariño... yo..." Abracé con fuerza a lo único que me quedaba en este mundo, queriendo protegerla de todo lo malo.

"No... mientes... ¡Ella tampoco!" Me empujó con rabia, perdiendo el quilibrio al momento, mientras que veía indefenso como mi hija se alejaba de mi.

Cerré los puños, intentando controlar la rabia que sentía. Me levanté con gracia y con pasos firmes, emprendí el camino hasta la salida. Levanté la mirada del suelo, para encontrarme con una silueta muy familiar. Fue mirar quellos hojos azules llenos de dolor y rabia y retroceder en el tiempo. Tenía la mandíbula marcada y sus brazos proteguiendo a la figura sin vida de una mujer, mi mujer. Arysa.

ALEXANDER

La oscuridad invadía el lugar. La poca luz que entraba por los recovecos de la ventana no iluminaban nada, ni siquiera lo poco que me quedaba del alma.

Oí unos gritos provenientes de los pasillos, alterándome. Las pisadas se alejaban de mi posición, lo que me puso más alerta. Aún faltaba una media hora antes de que aquellos canallas regresasen a darme una paliza.

Lo que me sorprendió fue ver una jarra flotando en el aire. Y el olor que venía de ella... sangre. La jarra de posó suavemente en el frío suelo de la celda. La luz iluminó una figura fantasmal, pero no presté ninguna .atención a ella, lo único que me llamaba la atención era la deliciosa jarra llena de sangre.

La agarré con las dos manos y me la bebí entera, no queriendo malgastar ni derramar ninguna gota. Ma apollé contra la pared, notando como la sangre se mezclaba con la mía. Recuperaba las fuerzas y las heridas se cerraban con rapidez. Sonreí con malicia; preparate mi querido amigo, voy a recuperar a mi compañera y dejaré que ella te haga cachos.

Me levanté del suelo, caminado tranquilamente por aquellos pasillos tan familiares. Era cómo sí nada hubiese cambiado, o tal vez, era yo el que había cambiado.

Cuando alcancé una de las puertas de salida del servicio, abrí con fuerza la puerta, dejándome inundar por la luz del día.

Me mezclé entre la muchedumbre, inclinado la cabeza, aún estando seguro de que nadie me iba a reconocer. Unos gritos me llamaron la atención y pude ver como la muchedumbre se agrupaba en la plaza del pueblo.

Allí, en medio de la plaza, se encontraba Arysa, magullada y sangrando. Vestía un bello traje digno de una noble, pero en aquel momento me pareció el peor vestido jamás hecho. Un licántropo se acercó a ella por detrás, transformado en lobo, con las fauces abiertas y con los ojos llenos de sangre. La iban a matar. Intenté abrirme entre la gente, empujandola, pero sabía que era tarde. Un grito desgarrador salió de su garganta, mezclándose con los gruñidos del lobo.

Cuando por fin conseguí entrar en la plaza, caminé seguro hasta colocarme delante del cadáver de Alyssa.

El chucho me gruñó, lo que yo contesté sonriéndole ampliamente. Se lanzó contra mi, lo que yo contesté esquivándole. Abrí los brazos lo mejor que pude y dejé que me atacase. Con un rápido movimiento terminé con su vida y recogí el cuerpo de Aryssa.

Me di la vuelta para mirar al que fue mi amigo, que en aquel momento estaba sentado en el trono y a la traidora.

Me incliné ante ellos, haciendo un reverencia rápida, riéndome de él.

"Alexander, anterior Rey de Akaton, se inclina ante ti, mi Falso Rey."

Oí varias expresiones de sorpresa, pero no me di la vuelta para escucharlas. Caminé tranquilamente por el camino que se cerraba detrás de mi, alejándome de ellos y del pueblo. Podía percibir dónde estaban los demás, por lo que proseguí mi camino por el bosque. Miré a Alyssa y luego al cielo. "Ojalá estés bien, Beth."



Bueno, pues aquí está el siguiente. Espero que lo disfrutéis mucho y siento la tardanza. Muchos besos a tod@s y disfrutar de la lectura!!

Reinota

Pacto de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora