Capítulo 13 - La Cueva de los Mil Túneles

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BETH

Días más tarde abandoné el campamento. Ellos se dirigían al este, lejos de la guerra. Yo, en cambio, tenía que ir a por Alex, sacarle de donde fuese, antes de que muriese por la falta de sangre y las heridas.

El elfo anciano me comentó que debería ir a la capital en busca de respuestas. Alguien debería saber algo. Con ese pensamiento en mente, viajé a la capital y me instalé en una habitación de lo más modesta. Tenía dinero, suficiente para varios días, pero tenía que pensar a largo plazo, nunca se sabe.

Bajando las escaleras a por algo de comida, alguien chocó con mi hombro. Inmediatamente esa electricidad tan familiar me inundó. Alex. Subí la mirada. Sus manos, sus brazos, sus hombros... su rostro. Era el mismo de siempre. Mi Alex.

"¡Dios mío, Alex! ¡No me lo puedo creer!" No pude contenerme, le besé profundamente. Su barba larga me hizo cosquillas.

"Yo también te he echado de menos, pero tenemos que irnos. Aryssa se encuentra muy enferma y hay que encontrar un antídoto."

"¿Quién es ella?" Sí, tenía que admitirlo. No nos veíamos desde hacía varios meses y lo primero de lo que me habla es de otra mujer.

"Es la compañera de Samuel. No le conoces."

"¿El que fue tu mejor amigo?"

"Sí. ¿Cómo es que lo conoces?" Me quedé mirándole varios minutos, con una pequeña sonrisa entre los labios. "Ni te molestes."

Le di un pequeño beso en la mejilla. "¿Qué le pasa a Aryssa?"

"Ha sido envenenada y si no encuentro el antídoto dentro de nada, morirá."

"Eres tonto." Le di un pequeño empujón, una pequeña venganza por casi tirarme por las escaleras. "Soy el Ángel de los Dolores."

Soltó una carcajada y tiró de mi muñeca, haciéndome subir las escaleras de un sopetón.

Cuando entramos en la habitación encontré a una mujer sobre la cama, sudando. Estaba muy pálida. Todo por culpa del veneno.

Me acerqué cautelosamente y puse mi mano sobre su frente. Pronto sentí cómo mis poderes hacían efecto y poco a poco el color de su rostro volvía. Cuando se recuperó me quedé mirándola.

"Tu hija se parece a ti." Ella abrió los ojos, de una forma que me pareció muy cómica.

"¿Ella se encuentra bien? ¿Sabes algo de Samuel?"

Cogí sus dos manos, intentando tranquilizarla. "Ambos están bien."

En ese momento entró Alex corriendo. Ni me había dado cuenta que había salido de la habitación.

"Tenemos que irnos. Los guardias se encuentran en la entrada de la posada. ¡Hay que escapar!"

Rápidamente recogimos las pocas pertenencias que había en la habitación y dejamos unas pocas monedas sobre una de las mesillas. Abrí la ventana de la habitación y salté sobre el tejado. Oí las pisadas rápidas de varias personas, lo que hizo que me subiese la adrenalina. Aryssa y Alex ya habían comenzado a correr por el tejado, por lo que comencé a seguirlos. Saltamos y cruzamos la mitad de la ciudad de ese modo, siendo perseguidos por los soldados. Pero la suerte estaba de nuestra mano. Vi un pequeño mercado abarrotado de gente.

"¡Al mercado!" Grité a pleno pulmón.

Ambos me hicieron caso y nos mezclamos entre la gente. Los guardias nos siguieron buscando, en vano. Alex me cogió de la mano, empujándonos a las dos a una callejuela.

"Hay que comprar unas provisiones e irnos a las Cuevas de los Mil Túneles. Allí encontraremos a la gente que nos ayudará a terminar con esto."

"De acuerdo."

A partir de ese momento, todo fue caminar. Durante los siguientes tres días Alex y yo comentamos nuestras "aventuras". Me pareció increíble que fuese Paul quien le liberó de la cárcel y quién me ayudó cuando estaba perdida. Pero se le cambió la cara cuando hablé sobre los licántropos. Supongo que ese tema aún no se debe tocar.

Al cuarto día llegamos a dicha cueva. Cuando nos quedaban unos pocos metros para llegar a la entrada, vimos una pequeña sombra salir de esta. La hija de Aryssa, Anna.

"¡Mami! ¡Mami!"

"¡Anna! ¡Cariño!" Detrás de la niña venía Samuel, que no daba crédito a lo que veía.

Mientras que la familia se reunía feliz y que la cueva escupía gente por todos los lados, Alex aprovechó para abrazarme por detrás.

"Ya queda menos." Susurró, mientras que me besaba la cabeza.

Yo no estaba tan segura. En aquel momento recordé todas las conversaciones con Paul. Esto no era más que el principio del fin y tenía que parar esto como sea. A toda costa.

Pacto de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora