11. Yo lo encontré primero...

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Daniela.

— Pepita, lo siento mucho pero llego tu hora —le dije a mi alcancía con forma de puerco. Levaba varios día pensando en si sacrificar a Pepita o no, pero es que la verdad es que necesito ese libro mas que nada en este mundo.

El martillo roso la "espina dorsal" de la pequeña alcancía hecha de greda. 

Es ahora o nunca, dije para mi misma mientras levantaba mi brazo y dejaba caer el martillo sobre Pepita.

El estruendoso sonido se hizo presente en mi habitación y en menos de lo que canta un gallo apareció mi mama por la puerta de mi habitación.

— ¿Que fue eso? —dijo mirando alarmada mientras sostenía un uslero con su mano derecha.

— Nada de lo que debas preocuparte, mama —le respondí yo mientras apartaba los pedazos amorfos que se habían desparramado por el colchón.

— Me asuste cuando escuche algo romperse, pensé que habían entrado a secuestrarte —comento mi madre mientras miraba como tiraba los pedazos de greda en el basurero.

Rodé los ojos por las ocurrencias tan raras que tenia mi madre.

— Estoy bien, ¿si? Solo Pepita paso a mejor vida, nada mas. Nada de que preocuparse.

— ¿Como que Pepita paso a mejor vida? Por que la mataste.

—  Es fin de mes y mi padre no tiene dinero aun y yo necesito las segunda parte de un libro. Ya me entiendes —le dije mientras contaba el dinero que pepita tenia en su interior. Mi madre asintió con la cabeza.

— Bueno hija, yo te dejo por que tengo unas deliciosas galletas que terminar —dice mientras me guiña un ojo. Sin mas abandona la habitación.

Me levanto del suelo, tomo mi celular y lo conecto a los parlantes. Aprieto una canción al azar y le subo el volumen.

Me arrodille nuevamente en el suelo y continué contando el dinero que se encontraba disperso en mi cama.

Una vez termine de contar el dinero (el cual era mas de lo que pensaba) me dispuse a buscar ropa para ir a la librería.

El cielo estaba completamente despejado gracias a la llegada de la primavera.

A la cabeza se me vino la rubia teñida del tiempo, la cual había dicho la noche anterior que seria un día lluvioso. Malditos mentirosos.

Me despoje de mis prendas y entre a la bañera para darme una ducha rápida.

Después de mi relajante ducha de 20 minutos me dispuse a salir de la bañera mi mandíbula toco al suelo al ver el grisaseo cielo que se posaba sobre las calles de Inglaterra.

— Maldición —maldije en voz baja —. Maldito clima bipolar.

Busque ropa que me abrigara ya que pequeñas gotas de lluvias comenzaron a caer. Tome un abrigo y puse algo de maquillaje en mi cara.

Tome el gorro de lana que me había dado mi difunto abuelo para navidad.

— ¡Mama! ¿Podrías ir a dejarme al centro, por favor? — le pregunte mientras entraba a la cocina.

— Uff, malas noticias. No tengo auto, el motor se fundió y tu padre lo llevo al mecánico —me informo mi madre sin dejar de decorar las galletas que tenia sobre la mesa.

— Pero mama, no tengo en que ir y acaba de comenzar a llover —me queje.

— Lo siento —se lamento —. Encima de la mesa hay dinero para el transporte.

RechazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora