Me despido del tiempo que transcurrió lento, pero no débil.
Amistades formadas, amistades rotas.
Nuevos sueños y otras personas que dieron los suyos por terminados.
Vidas finalizadas y otras con miedo a desaparecer.
Miedo a decepcionar y lo sentí de nuevo, y por completo.
Me alegro de mucho y suspiro por comienzos que no tuve la valentía de dar comienzo.
Miedo al rechazo y, sin embargo, nada.
Expectativas que se cumplen y que no llenan el vacío.
Otras que son demasiado irreales como para cambiar.
Muchedumbres nuevas para mí, no indicadas para mí.
Cúmulos de gente que me acompañará por años.
Muchos a los que desconozco y otros tantos, que ya han decidido que no soy adecuada.
Miradas de incomprensión, gestos de complicidad,
y espaldas que cubren verdades, o malicias, que cuentan unos pocos.
Marchando en rumbo al conocimiento y te rodean. Te inmovilizan.
Quieren menos de ti, para dar menos de sí.
Se acomplejan en silencio, bebiendo litros de alcohol que atrofia sus cerebros.
Fuman, sabiendo que yo no lo deseé para ellos.
Cuentan verdades que, sin embargo,
eran secretos concedidos a personas en las que llegaste a confiar.
Las verdades se agrandan, las historias se cuentan.
Los cuentos suelen ser exagerados para captar atenciones totalmente equivocadas.
Se pierde el verdadero sentido de todo, y se tapa con alcohol.
¿Se pueden tapar con alcohol las solitarias noches?
¿Se puede encerrar por siempre a la conciencia?
¿No se podría simplemente aclarar?
¿No se podría simplemente empatizar?
Empiezo yo.