Las pesquisas del detective rápidamente dieron sus frutos. Localizó a Kevin cerca de la frontera con Croacia, en un pueblito llamado Metlika. Nerviosa, miró el número de teléfono de Kevin que tenía en
las manos, pero no se atrevía a llamar. Su hermano no era tonto y rápidamente le preguntaría cómo lo
había conseguido. Finalmente, decidió esperar un par de días para ver si él llamaba. Estaba sentada en el sillón de su casa junto a Pizza, cuando sonó el timbre de la puerta. Cuando abrió vio la cara sonriente de
Nam.
—Hola, chica mala —saludó agarrándola en volandas—. ¿Dónde te metes? Me tenías preocupado.
Anoche te llamé y no estabas. Dejé varios mensajes en el contestador. ¿Los escuchaste?
Elizabeth mintió. La noche anterior había estado con el detective y no se lo podía contar.
—Perdón, cielo. Llegué tarde del trabajo y me fui directamente a dormir.
Con una encantadora sonrisa, Nam la besó y dijo mirando hacia la puerta de la calle.
—Te llamé para decirte que hoy veníamos a ver a Pizza.
—¿Veníamos? —preguntó extrañada porque solo había entrado él.
—Sí. Tengo en el coche esperando a Yoon y a su amiga Susana —dijo mirándola con cara de
circunstancias—. Susi durmió anoche en casa y ayer idearon venir hoy a ver a Pizza. No paraban de afirmar que habías dicho que sí. Y la verdad, cariño —sonrió—, me tuve que dar por vencido.
Elizabeth suspiró. Lo que menos quería era tener ahí a la hija de su padre y aquella mujer, pero al
ver el gesto de Nam e imaginar a las niñas en el coche, no pudo negarse.
—Bueno, que pasen.
Consciente de lo que aquello suponía para ella, Nam le dio un rápido beso en los labios y salió al auto a buscar a las niñas. Desde el interior de su casa Elizabeth las escuchó correr y gritar hasta que entraron y se tiraron a sus brazos para besarla.
—Hola, Elizabeth —gritó Yoon encantada—. Vinimos a ver a Pizza.
Al ver la alegría de las pequeñas, Elizabeth sonrió.
—Me parece genial.
Pizza llegó hasta ellos y comenzó a hacer sus monerías.
—Oh... qué linda es —murmuró Susana.—. Pobrecita, no puede caminar bien. Pero se va a poner bien, ¿no?
—Claro que se va a poner bien. Ahora tiene la patita vendada, pero dentro de poco ya va a estar corriendo
como una loca —respondió con cariño mientras se dirigía a la cocina para llevar unas bebidas fresquitas a las nenas.
Las chiquitas continuaban en el salón jugando con Pizza y Nam se le acercó a ella por detrás.
—¿Sabes que hoy estás muy linda? — le susurró al oído.
Sin soltarla le dio la vuelta y la besó. Le devoró los labios de tal manera que Elizabeth se sonrojó.
—Nam. Quieto. Están las nenas — balbuceó separándose de él.
Divertido y excitado por el momento, la miró y susurró con voz traviesa.
—No te preocupes. Ellas solo tienen ojos para Pizza. ¿Querés que pasemos al garaje?
—¡Nam Joon!
Divertido por su reacción y, en especial, por cómo lo miraba la besó. Y sentándola sobre la encimera
de la cocina metió sus manos por debajo de la buzo y la apretó contra él. Hipnotizada como siempre
que la tocaba se dejó llevar. Le encantaba sentir aquellas poderosas manos sobre su cuerpo. Nam era tan
excitante que...
—¡Papi! Susi subió a peinarse con Pizza al baño de arriba.
—Voy a ver lo que hace —masculló Elizabeth bajándose de un salto de la encimera. Cuando llegó a su habitación, la pequeña estaba dentro de su baño cepillándose el cabello. Elizabeth deseó retarla ¿qué hacía ahí? Pero al verla tan concentrada en lo que hacía finalmente sonrió.
Mientras la niña terminaba aprovechó para cambiarse de zapatillas.
—Qué linda. ¿Es tu mamá?
Al mirar la foto que la niña se refería, a Elizabeth le dio un salto el corazón. Aquella nena, hija de su padre, le preguntaba si era su madre la de la foto.
—Sí. Es mi mamá.
La niña asintió.
—¿Y ellos quiénes son?
—Mis hermanos Kevin y Donna.
—¿Dónde están?
—Viven lejos de acá, cielo.
—Son muy lindos. Ey, ¿dónde están tus papis? —preguntó la niña sonriendo y enseñando su
mellada boca.
Elizabeth se apoyó en el colchón de su cama.
—Mi mamá murió hace mucho tiempo —respondió con tranquilidad.
La niña cambió el gesto acercándose a ella.
—Está en el Cielo, ¿no?
—Sí, cariño, está en el Cielo—asintió tragándose las emociones que pugnaban por salir de su garganta.
—¿Tu papá también está en el Cielo?
En ese momento entró Yoon, y rápidamente Elizabeth se reactivó.
—Vamos. Volvamos al salón. Nam y Pizza nos esperan.
Las niñas corrieron escaleras abajo y Elizabeth lo agradeció. La curiosidad de un niño era inagotable y
Susi se lo había demostrado. Tras aquel episodio, decidieron llevar a las niñas a un parque junto a Pizza.
A la hora de comer se acercaron al Burger donde Nam firmó autógrafos a varios chicos que lo reconocieron y después fueron al cine con las pequeñas. Por la tarde, tras un día ajetreado con las niñas, Nam se las llevó, y cuando Elizabeth se quedó sola en su casa decidió darse un maravilloso baño relajante. Se lo merecía. Pero antes de meterse en la bañera sonó la puerta de la casa y poniéndose su bata bajó a abrir. Era Nam.
—Podemos continuar donde nos quedamos —ella sonrió y este cerró la puerta y comenzó a desatarle la bata.
—Tengo una maravillosa bañera preparada… ¿te gustaría acompañarme? —murmuró Elizabeth mientras lo besaba, encantada de que estuviera ahí.
Con una sonrisa lobuna, Nam se quitó la campera que quedó tendida en el suelo y asintió mientras la seguía por las escaleras.
—Oh sí… chica mala, por supuesto que sí.
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Casi una novela.
Romance¿Quién querría echar el freno con un atractivo piloto de moto GP pegado a sus tacones? Elizabeth es una joven abogada que, tras su último desengaño, tiene claro que no volverá a sufrir más por amor y decide centrarse en sí misma y en su profesión. U...