Corazón en disputa.

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Pov: Twisted.

Era de tarde, el sol aún no había caído y yo me encontraba caminando por una plaza mientras iba viendo los puestos de los vendedores. Algunos vendían caramelos, dulces o como le digan ustedes, mientras que otros vendían juguetes para niños y también cosas para las parejas. El amor volaba en el aire entre los jóvenes, los adultos y los ancianos. El verde césped invitaba cada vez más a mis instintos animales a tomar una siesta, pero decidí resistirme, después de todo quería ver a Elizabeth.

Tras un tiempo caminando, me decidí por comprar un ramo de flores en uno de los puestos, rosas teñidas de púrpura para ser más preciso. Soltaban un aroma delicioso, que ninguna otra rosa había tenido jamás. Era la flor perfecta para un par de jóvenes enamorados, que encendería la llama del corazón que los uniría para siempre. Felizmente seguí caminando, pero mi felicidad duró poco, pues unos metros más adelante se encontraban Elizabeth y su marido. Decidí seguir mi camino, pero fue en vano, ella tomó mi brazo enfrente del marido y me abrazó por la espalda.

E: ¡Hola!

T: Hol-...

Mi saludo se vio opacado por la presencia del hombre, quién se levantó mientras me veía con odio y desdén.

¿¿??: ¿Quién eres?

T: Soy un amigo de Elizabeth, señor...

E: ¿Pasa algo, cariño?

¿¿??: ¿De dónde lo conoces?... Es un simple humano, cielo, ¿Por qué te juntas con humanos en lugar de juntarte con gente de nuestra raza?

T: Señor, cuide sus palabras... La tierra nos pertenece a todos, no sólo a ustedes. Que sea usted de una raza divina no significa que tenga derecho a faltarle respeto a mi raza.

Aquél hombre soltó un fuerte gruñido, levantándome por el cuello de la camisa con suma facilidad mientras llevaba su mano libre hacia atrás, cerrándola en un puño. Sonreí levemente viendo su accionar y cerré mi ojo.

¿¿??: Repite eso, insecto.

T: Golpéame primero, no tienes lo que hace falta...

¿¿??: ¡¿Crees que no lo haré?!

E: ¡Si lo haces, te juro que yo misma te hago las maletas, Miller!

Miller: ¡¿Por qué lo defiendes?! ¡Si no sirve de nada un humano para nosotros!

E: ¡Lo tocas y te juro que te cortaré las alas con los dientes!

Reí dulcemente y lo vi bajarme, caminando varios pasos lejos de nosotros mientras parecía intentar calmarse.

La historia de los Anata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora