Primeros pasos para ser una gran mafiosa.

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POV: Minemura.

Fecha: 10 de Junio, año 2011.

Ubicación: Mansión Soul's.

Hora: 10:27 am.

*Estaba caminando alrededor de la mansión mientras cargaba una espada en mi espalda acomodando la cuerda que sujetaba la vaina de vez en cuando. Aquella gran construcción parecía impenetrable, a la vez que era una de las mansiones más decoradas y ornamentadas con estatuas, arbustos bien podados, una fuente y un camino hecho con pequeñas rocas que conducían a la entrada. Entré a la misma y observé con detenimiento a todos, notando que las armas que poseían apuntaban hacia mí.*

-Vaya... Tal parece no me quieren por aquí.

+Señorita.+ Dijo un hombre grande y de apariencia bastante excéntrica por la forma en la que se vestía. Siempre cargando cosas con joyas y demás.+¿Qué hace usted aquí?

-Vengo de parte del Anata. Soy Minemura Anata.

+¿Usted es familiar del joven o...?

-Soy... Su bondad, su lado más pacífico y armonioso. Su calma, y su ternura también.

+Con todo respeto, Minemura, ¿Cómo espera que crea sus palabras?

-¿Cuántos hombres tiene usted en esta habitación, apuntando a mi cabeza?

+Treinta, todos entrenados para matar si así lo requiere la situación.

-¿Cuánto vale la vida de sus hombres para usted, señor?

+Todos son capaces de salir vivos contra una mujer. Están bastante entrenados como para acabar con su vida de ser necesario, así que, no tiente a mis órdenes.

-Le desafío, señor. Apuesto a que no me podrá dar ninguna bala.

+Sus deseos son órdenes. Preparen... Apunten... ¡Fuego!

*Las balas comenzaron a volar por toda la habitación, chocando contra el suelo de madera el cuál creaba una gran nube de aserrín y polvo en todo el lugar. Luego de unos segundos, el fuego cesó y se mantuvo un silencio indeterminado sin dar tiempo a que la nube de humo desapareciera.*

+Otra tonta que osó desafiarme... Qué pena, era muy linda y joven.

*Al darse la vuelta aquél hombre, salté en su espalda con mi espada en mano. Aquella espada francesa tenía un filo particular, el cuál estaba bien cuidado y mantenía también un hermoso brillo. Pero no estamos aquí para hablar de la espada. Tras saltar hacia él, lo pude derrumbar poniéndome sobre su cuerpo, apoyando el filo de la espada en su cuello.*

-¿A quién le dices tonta, idiota de segunda?

+¿Cómo pudiste evitar las balas?

-Tus hombres apuntan a la cabeza, pero nunca esperan que alguien no reaccione. Literalmente, me quedé de pie en el mismo lugar, y todos dispararon como idiotas por la habitación, pensando que intentaba hacer algo.

+¿Planeas matarme?

-Ya quisiera... Tú mantienes a flote a quien será tu sucesor... Sólo por eso no te mato aquí mismo.

+Pues, si me mataras mi hija se vengaría por mí.

*Reí levemente al oír sus palabras, a lo cuál él sólo ladeó su cabeza viéndome con curiosidad.*

+¿Qué le causa gracia?

-¡Señor, por favor!... ¡No sea tan inocente, hahaha!... Su hija se la pasa noche tras noche teniendo sexo con su mano izquierda, Twisted Anata. No sé si son una pareja, la verdad, pero parece que lo son. Digo, si tanta pasión tienen entre ellos, es porque hay más que sólo ganas.

+¿Y qué es lo gracioso? Yo apoyo esa relación.

-Su hija no vengaría la muerte de nadie, y si lo hiciera...- Apoyé mi espada un poco más, rozando el filo en su cuello ocasionando un leve corte en su piel.- Sería la de su pareja, no por alguien como usted... Ella parece querer más a Twist que a su papito. Aunque también le dice así a él.

+No hables así de mí, ni de mi hija, perra de cuarta.

-Te lo dejo claro, anciano idiota, no me provoques, porque si no fuera por Twisted, esta mafia no sería lo que es hoy. Y su hija seguramente estaría trabajando como prostituta antes que disfrutando del hombre que ama.

*Clavé la espada a un lado de su cabeza, levantándome y extendiendo mi mano hacia él, levantándolo con una pequeña sonrisa.*

-Trabajaré para tí, pero prométeme algo.

+¿Qué cosa quieres?

-Si tu hija no termina casándose con Twisted, no le hagas nada a él... O me tendrás de nuevo aquí, y no seré tan buena como hoy.

+Ugh... Es un trato.

*Sonreí con más felicidad, estrechando su mano y comenzando a caminar por la mansión con él a mi lado. No dijimos ni una palabra durante todo el camino, ni se cruzaron nuestras miradas. Llegó la noche y me encaminé hacia la habitación que se me había dado, pasando la noche allí sin saber qué me depararía el amanecer.*

La historia de los Anata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora