¿Mascota robada?

7 0 0
                                    

Pov: Twisted.

Me encontraba caminando por el palacio, ya que Elizabeth me había invitado a cenar como disculpa por lo ocurrido previamente. Mientras avanzaba por los grandes pasillos del lugar, deteniéndome frente a una puerta que parecía ser la entrada al baño, vi a una mujer hermosa de cuerpo provocador salir del mismo con una toalla alrededor de su cuerpo, dándome la vuelta rápidamente.

T: Señorita, lamento haberla visto de esta manera.

¿¿??: No hay problema, caballero... ¿Cómo se llama?

T: Twisted Anata, invitado de la señorita Elizabeth.

¿¿??: Sabía que vendría un invitado de honor, pero no pensé que fuese alguien tan sexy...~

Me volteé y me quedé viéndola, riendo un poco y acercándome a ella, tomando su cintura con firmeza mientras la acercaba a mí.

T: Bueno... Si hablamos de cosas sexys, estás tú primera, ¿Señorita...?

J: Jennifer... Un gusto conocerlo, mafioso.~

T: ¿Por qué esa tonalidad tan suave, señorita?... ¿Acaso busca algo en mí?

J: Quiero saber a qué sabe tu carne...~

T: ¿De qué carne estamos hablando?...~

J: Vamos a mi cama y lo averiguarás...~

Ambos sonreímos con picardía. Hasta ahí recuerdo, y sólo sé que poco después estábamos haciendo el amor con ella encima. Jamás había visto a una mujer mover sus caderas de esa forma tan deliciosa. Sus gemidos se oían por toda la habitación, y el aire estaba impregnado por el olor de su cuerpo.

J: L-Lobito...~ Q-Quiero más...~

T: H-Hm...~

Continué embistiendo su interior mientras ella me apretaba con deseo, es como si ambos quisiéramos que jamás terminara ese momento. Nuestros cuerpos iban rozándose con más frecuencia mientras hacíamos el amor. Eso ya no era sexo, había pasión y deseo de por medio. Mis manos recorrían su cuerpo de arriba a abajo, mientras que ella iba dando saltos sobre mí. Esto había pasado a mayores. Estaba haciendo el amor con una deidad.

J: Q-Qué bien coges, lobito...~ A-Ah...~

T: E-Eso es...~ A-Aliméntame, hermosa...~

J: S-Sí, mi amo...~

Comenzaron los besos y los abrazos entre medio de lo que habíamos creído ambos sería solo sexo. Mis sentimientos hacia Elizabeth no cambiaron en ningún momento, pero el cuerpo de Jennifer era delicioso, y no podía pensar en nadie más en ese momento. La puse debajo de mí mientras hacía las embestidas más fuertes y profundas, a la vez que sus gemidos se volvían más fuertes junto con los jadeos de placer que soltábamos.

La historia de los Anata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora