Encierro

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Patalee cual niña malcriada—¡Estoy aburrida, estoy aburrida, estoy aburrida! —cansada detuve el brusco movimiento de mis piernas. —Estoy tan aburrida que podría vender mi aburrimiento y convertirme en la persona más rica del mundo.

Desconociendo cualquier agente ajeno a mi situación dentro de esa habitación, era la primera vez que mis cuerdas vocales expresaban en voz alta mis quejas.

—No quiero hacer nada, y a la vez estoy cansada de no hacer nada—di vueltas en la cama, y ante cada mayor movimiento, el extraño sonido aumentaba en velocidad.

Me detuve abruptamente y respiré pausadamente, a medida que mi respiración se recomponía el sonido decrecía hasta volver a su estado natural—... ¿Será que no hay nadie que pueda salvarme de mi aburrimiento? —le pregunte con suma angustia al aire en un murmuro.

Cerré los ojos y me acomodé tranquilamente en la cama, en la posición con la que lograse conciliar el sueño.

A los pocos minutos un nuevo sonido llego a mis oídos, sorprendida ante la pieza dispareja de mi rompecabezas, me apresure a buscar el objeto originario de la tonada, guiándome por mi sentido de la audición, me levante de la cama, por el contacto del frío suelo con mis pies descalzos me dio un escalofrío. Con unos cuantos pasos llegue a una pequeña mesa de madrera que poseía únicamente una gaveta que yo creía vacía.

La abrí y mi asombro fue encontrarme un celular en su interior, contesté esperando ansiosa por escuchar una voz del otro lado.

—¿Aló? —el extraño sonido volvió a incrementarse, nerviosa puse mi mano sobre mi pecho.

Sin embargo, no hubo respuesta—¿Aló?, ¿Alguien?, soy Kassidie, ¿dónde estoy?

Y cortaron la llamada, decepcionada por no encontrar respuestas quise tirar el móvil contra el suelo, mas me contuve de hacer semejante estupidez.

El nuevo objeto en mi posesión se encontraba limpio, sin contraseña, sin fotos, con una única llamada recibida, sin contactos, sin música, sin absolutamente ninguna información que me ayudase a descubrir al dueño.

—¿Al menos tendrá internet? —me subí encima de la cama esperando captar alguna señal, no obstante, fue inútil.

Bufé, me senté en la cama con las piernas cruzadas—¡Maldito pedazo de chatarra! —le renegué como si fuese a responderme.

La única aplicación desconsonante que encontré fue un juego otome, llamado "¡Mi dulce romance entre ángeles o demonios!", fruncí el ceño—¡¿Ah?!, ¿qué rayos? —mi cabeza era un lió intentando descifrar la razón para que un juego de romance estuviese en el celular de mi secuestrador.

Me encogí de hombros y pulse para iniciar el juego, no tenía nada mejor que hacer y seguramente me podría reír de las estupideces a las que me afrontaría con cada capítulo del juego.

La pantalla de inicio del juego no demoro en cargarse, con el nombre de la aplicación en la parte superior, los seis personajes que puedes ligarte acaparando gran parte de la pantalla, una música en bucle de tonada dulce y en medio el botón de inicio.

Tras pulsar "Iniciar" me maree desplomándome en la cama, con la mirada borrosa pude apreciar una figura que se acercaba hacia mí, pero antes que pudiese revelar la identidad del contrario, perdí el conocimiento.

¡Mi dulce romance!

¡Mi dulce romance!

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Atrapada en un otomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora