❝Capítulo 3: A la deriva❞

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A la deriva.
f. Mar. Abatimiento o desvío de la nave respecto del rumbo establecido, por efecto del viento, del mar o de la corriente.

 Abatimiento o desvío de la nave respecto del rumbo establecido, por efecto del viento, del mar o de la corriente

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—Joven Tuan, el señor Lee me comunicó que deseaba hablar conmigo.

Mark escuchó la dulce voz de la señorita a sus espaldas, agitaba el vaso de ron en su mano despacio, disfrutando el olor a añejo que desprendía la bebida.

Era temprano en la mañana, no le gustaba molestar a los empleados a horas tan tempranas sin embargo, esta vez era una ocasión especial.

—Tamara, tengo algo para ti. —Mark se puso de pie, aún estaba en pijamas por lo que se cubrió con albornoz.

Caminó hasta el amplio armario de la habitación y extrajo una prenda cubierta por un saco color negro. —Ábrelo

La joven dudó, confusa. — ¿Ha comprado un nuevo traje?

— Sí, encontré a una diseñadora popular anoche, no pude evitar preguntarle si tenía algo en venta. —Comentó Mark, esperando a que la chica se dignara a abrir el paquete de una vez por todas.

Tamara destapó el saco, sus ojos abrieron tan grandes como foco de muelle y dio tres pasos hacia atrás sorprendida. Era un vestido rojo satinado con un bello cinturón de diamantes finos en la cintura, el más bonito que había visto en su vida. — ¡Wow, Joven Tuan! Su hermana amará este vestido.

Mark sonrió, negando con su cabeza. — No es para Tammy.

—Pero... Grace no le gusta usar vestidos ¿No? —Murmuró ella. — ¿Es para su madre?

Mark volvió a negar. —No es para Grace ni para mi madre... Es para ti.

La criada abrió los ojos de par en par, llevando ambas manos a su boca sin poder creerlo aún. Mark sacó el vestido del saco, y lo llevó hasta la joven. —Ve a vestirte al baño, quiero ver cómo te queda.

— ¿Por qué haces esto? —Cuestionó ella, sin poder creerlo aún.

— Por ahí escuche que te gustaría asistir a un baile ¿No?

Ella asintió. — Sí... Me gustaría pero sé que no es mi lugar.

Mark sonrió a medias. —Por esta noche sí. Serás mi acompañante.

Los ojos de la chica brillaron. Mark se preguntó si era capaz de hacer brillar sus ojos de esa manera para ser feliz. ¿Era eso amar a una mujer?

Eran los pensamientos que lo invadían al ver a la chica mirarse un millón de veces al espejo con el costoso vestido.

Quizás su papá tenía razón cuando decía que no debías amar a una mujer para hacerla feliz, solo tener plata. Y para Mark era suficiente, sino podía amar a Tamara (o a ninguna en realidad) al menos le haría feliz. Era suficiente.

Altamar ; markbeomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora