Capítulo 10

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| Más que su jefa |

- No te vayas. -Dijo con voz somnolienta y poco inteligible. -Hazme el amor ahora mismo, Andrea. -Pidió, extendido sus manos hacia ella.

¿Estaba bien hacerlo? ¿Estaba bien "aprovecharse" de su estado de ebriedad y también vulnerabilidad? No, no lo estaba. No era correcto.

No era sensato. Sin duda eso no estaba bien. ¿Pero qué hacia si su corazón lo quería? ¿Qué podía hacer? ¿Cómo rechazaría ese momento con una Miranda de carne y hueso, no de hierro como era siempre?

¡Dios! La podría tocar, podría sentir su cuerpo, acariciar su piel, podría disfrutarla sin sentirse como un objeto. ¿Cómo decirle que no? ¿Cómo dejar pasar la oportunidad de hacer el amor... por primera vez?

Sin duda no diría que no. ¿Qué importaba lo que pasara mañana? Disfrutaría ese día. Disfrutaría el hoy sin esperar nada de un mañana.

- Ven, Andrea. -Insistió una vez más, con las manos extendidas.

Se acercó a la cama y tomó las manos de Miranda entre las suyas y besó su dorso con ternura.

Se quitó cada prenda con rapidez y una vez desnuda retiró el edredón para subirse en Miranda. Una pierna a cada lado y su rostro cerca al de ella.

Antes de besarla pidió su aval con la mirada y la sonrisa de Miranda fue un sí.

Juntó sus labios y empezó a besarla. La besó con ganas contenidas, con pasión y también con cariño. Enmarcaba su rostro con suavidad como si ella fuera de porcelana.

Miranda recorrió con sus manos la espalda suave de su asistente y ella se daba un banquete con su cuello, lo lamía y succionaba.

Esa vez no estaba atada, no tenía esposas ni cintas que le pudieran evitar acariciarla. No tenía una venda que le impidiera ver sus excitantes gestos, ni expresiones al llegar al orgasmo. Era suya, era toda suya en aquel momento.

Sacó su bata y se tomó un tiempo solo para mirar el cuerpo de Miranda iluminado con la tenue luz de la luna que se colaba en la habitación durante aquella madrugada.

Ahora su sexo estaba contra el sexo de Miranda. Las dos estaban desnudas y tan mojadas. Las caricias y ardientes besos las tenían al borde del abismo.

Andrea acariciaba con idolatría el cuerpo de su jefa. Tenerla a su merced sin reglas ni ataduras era el cielo en aquel instante.

-Ayúdame, te necesito de bruces. -Le pidió antes de succionar su seno derecho y dar caricias en el otro.

Miranda entreabrió los labios y dejó escapar gemidos que endurecían cada vez más los pechos de Andrea y hacían latir su clítoris.

Después de prodigar caricias a los firmes pechos de Miranda. La ayudó a quedar de espaldas en la cama.

Miró su blanca espalda, sus curvas, sus nalgas... toda ella era perfecta. No tardó en acariciarla toda. Besó cada centímetro de su cuerpo y se dejó caer completamente por unos segundos sobre la espalda de ella. Quería adherirse a su piel, hacerse una con ella. Miranda solo disfrutaba de cada caricia que Andrea le daba. La forma tierna en la que le daba placer la hacia sentir plena y tal vez amada.

Se abrazaron, se besaron y dieron vueltas en aquella amplia cama.

Miranda empezó a gemir cuando Andrea abrió sus piernas y estimulaba su clítoris con su rodilla.

La miraba a los ojos y empujaba con fuerza haciendo gemir a Miranda una y otra vez. Su centro mojado reaccionaba al contacto con la rodilla de Andrea.

Cada vez movía su rodilla más rápido y Miranda levantaba sus caderas con descontrol.

Unos minutos más y su cuerpo se retorcía bajo la mirada ardiente de Andrea.

Ahora era su turno. Se hizo un espacio entre las piernas de Andrea y sin tiempo que perder metió su lengua en ella para degustarla. La saboreaba de un lugar a otro y luego empezó a torturarla con dos dedos. Entraba y salía del dilatado sexo de ella y succionaba su clítoris con fuerza.

Andrea gemía sin filtro y sus caderas empezaron a restregarse contra el rostro de Miranda. Esto hacía que su nariz rozara el clítoris de ella de una manera exquisita.

Segundos después el clímax la derrumbó y cayó al precipicio del éxtasis. Miranda dejó descansar su rostro en la feminidad de Andrea y del cansancio quedó dormida ahí, justo allí.

Andrea acarició su cabello platinado y también fue arropada por los brazos de morfeo.

Terminaron agotadas pero completamente saciadas.

. . .

La cabeza de Miranda estaba a punto de estallar y mucho más al ver a Andrea en su casa, en habitación, en su cama, ¡entre sus sábanas!

¿Qué había pasado por su cabeza ayer?

Maldita sea, hacía tanto que no tomaba de aquella manera.

Recordaba perfectamente cada patética escena del día anterior. ¿Cómo se sacaría a Andrea ahora? Había sido una completa idiota. Dejó que sus sentimientos florecieran. ¡Maldito alcohol!

Suspiró desde el sofá de su recámara y echó un vistazo al cuerpo escultural de Andrea. Realmente era hermosa. Su piel blanca y su cabello castaño desordenado esparcido en la almohada. La sábana cubría solo su trasero. Su espalda y largas piernas estaban expuestas a su vista devoradora.

Empezó a verla removerse en la cama y luego dar la vuelta. Había despertado.

Se cubrió con el edredón y miró hacia donde estaba Miranda. Su mirada penetrante era insoportable, por eso desvió su mirada a otro lugar.

- Puedes darte una ducha. Puedes utilizar el baño de esta recámara. Cuando estés lista te espero abajo. -Dijo a secas.

¿La Miranda de siempre había vuelto? Se preguntó Andrea.

. . .

- Lamento todo lo que tuviste que soportarme ayer. No suelo tomar de esa manera. -Dijo Miranda, acercando una taza de té a Andrea.

- No es ningún problema yo...

- También quiero que olvides todo lo que pasó aquí. No estaba en mis cabales. No te culpo, solo te pido que lo olvides. Nunca pasó.
Cualquier tontería que haya dicho, olvídala. Todo fue un verdadero error. Termina tu té y te pued...

No pudo terminar porque tuvo que ir corriendo al baño más cercano. Sintió que casi botaba su bilis en el váter.

- No te encuentras bien. -Dijo Andrea. Estaba en la puerta del baño. Estaba preocupada por ella, así que la siguió.

- Creo que eso es de mi incumbencia. ¿Puedes irte? y por favor, dentro de todo lo que debes olvidar también está mi dirección. Déjame sola, Andrea.

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Hola, a mí también me rompió el corazón.

Pero no todo es color de rosa...

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