| Más que su jefa |Días más tarde:
Runway sostenía el éxito que Miranda siempre había deseado y conseguido.
Miranda no era la misma. Sus exigencias mermaban y apenas hablaba. Emily estaba tan asombrada que en lugar de alegrarse porque Miranda ya no era el monstruo que antes era, estaba preocupada. ¿Qué rayos pasaba con ella?
- Emily. -Llamó Miranda, mirando hacia su amplio ventanal.
- Dime, Miranda. -Llegó de inmediato.
- Quiero que te encargues de contratar otra asistente. Será quien supla el puesto que antes era de Andrea. -Apretó el bolígrafo que tenía entre sus dedos y la miró. -No quiero lentas. Quiero a alguien eficiente y listo. Haz esto bien, por favor.
Ok. La antigua Miranda no se había ido del todo.
- ¿Ya Andrea no vendrá? -Preguntó, mordiendo su labio inferior. Sentía curiosidad.
- Si estoy pidiendo que contrates a una nueva asistente, ¿por qué crees que es? - Preguntó con voz átona.
- Pero, ¿qué ha pasado con ella? Digo, claro que empezaré a revisar hojas de vida para la vacante que ha dejado Andrea pero me gustaría saber...
Emily no alcanzó a terminar pues la furica mirada de Miranda fue la indicación perfecta para que cerrara la boca y llevara de vuelta su precioso trasero al puesto de trabajo.
Miranda reclinó un poco más su cómoda silla y echó la cabeza hacia atrás. Sus días no tenían sentido, andaba de un lado a otro viviendo sin vivir. Andrea había dejado una huella demasiado profunda como para pasar de ella en unos cuantos días.
Sonrió involuntariamente al recordar la tierna sonrisa de Andrea cuando la veía entrar cada mañana por el pasillo de Runway. Su pulso se aceleró al recordar la dulzura de sus halagos, la delicadeza de sus caricias y sobretodo, fue inevitable recordar el momento en que le confesó todo lo que sentía por ella. Maldita sea, ¡cómo se reprochaba haber sido tan cobarde ese día!
Andrea estuvo ahí, frente a ella, con lágrimas amenazando con salir y palabras que emergían exactamente de su corazón. Le confesó sus sentimientos y ella solo atinó a destrozarla, a agredirla con los dardos de sus palabras. ¡Era una perfecta idiota! Sabía que Andrea removía infinitamente sus emociones pero su maldito ego era mayor. Ella quería que su perfil de impenetrable no cayera jamás. Miranda no comprendía que la victoria de muchas batallas muchas veces no era más que la derrota y tal vez esta era una de esas.Moría de ganas de ir a buscar a Andrea y traerla hacia ella nuevamente.
Sin planearlo, Andrea se convirtió en adicción para Miranda. Se tornó en el vicio que ella jamás pensó tener. Nunca pensó que eso fuera posible, pero se hizo dependiente a ella.
Ahora que no estaba se daba cuenta que había un sinsentido en su tiempo, en su espacio. Y ¿si la buscaba? ¿Si se tragaba su orgullo y le decía que también sentía lo mismo? ¿Si le explicaba que debajo de su cuerpo de hierro había un corazón que latía incontrolablemente cuando ella estaba cerca?"No, no hay tiempo que perder" -Dijo para sí en un susurro.
Se enderezó en su silla, desbloqueó el ordenador y escribió un correo a Andrea.
"Será la última vez que te incomode. Solo te pido un par de minutos en el parque Philadelphia de la calle b13 en Lynon a las 5:00 pm".
Miranda no esperó un correo de vuelta. Tenía la esperanza de que Andrea iría. Así que sin perder tiempo se dirigió al lugar en el que había citado a Andrea.
Era un parque hermoso, lleno de grandes espacios verdes, era poco concurrido y a esa hora era muy poco probable que hubiera alguien. Nadie pasaría mucho tiempo por ahí a las 5 de la tarde.
El frío era insoportable, pero ese era el lugar perfecto. Miranda no quería espectadores.
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| Más que su jefa |
Roman pour AdolescentsMiranda Priestly era todo lo que una mujer desearía ser. Era simplemente perfecta. Tenía glamour, clase, prestigio, belleza, fama y una cuenta estimada con muchos ceros a la derecha. No tenía esposo, no tenía hijos, tenía amplia libertad. ¿Qué más d...