Callejón Diagon – Seis meses antes.
Harry salió de las prácticas del ministerio directamente hacia el negocio del señor Ollivander. Había sido complicado sacar las varas elementales que estaban en poder de Hermione, porque siempre había alguien alrededor. Sobre todo su amiga. Era como si ella detectara que algo se hacía a escondidas. Pero por suerte logró hallarlas y ahora solo tenía que intentar reproducirlas lo más parecidas posible. La puerta del negocio del fabricante de varitas rechinó al ingresar al local. Y un anciano apareció rápidamente detrás de la barra que divida la habitación. No se podía decir que Garrick Ollivander poseía un lugar ordenado ya que toda la habitación estaba repleta de cajas de varitas del piso al techo. Si algo le parecía mágico a Harry, era la memoria de aquel hombre. Recordar cada varita. Cada detalle de las mismas y a quienes pertenecían a través de todos esos años, era asombroso.
- ¡Potter! Bienvenido. Pasa. Pasa. –
- Buenas tardes señor Ollivander. –
- ¿En qué puedo ayudarte mi joven amigo? – Garrick se sentía increíblemente agradecido con él, luego de la última guerra. Había sido el primero en ser capturado por Voldemort para saber cómo derrotar la varita gemela de Potter. Pero como eso no había dado resultado, y su vida estuvo a punto de ser apagada, Ollivander le conto al mago tenebroso acerca de la existencia de la varita de sauco. Ese simple detalle, le dio una chance de sobrevivir por un tiempo más.
Harry estaba algo nervioso, detestaba hacer lo que iba hacer. Sobre todo porque tenía un gran respeto por aquel anciano. Pero no le quedaba otra opción. Necesitaba saber si hablaba con el hombre correcto. Harry apuntó con su varita al hombre que no se movió ni un milímetro. Y como un susurro dijo.
- Revelio. – Nada paso. Salvo que el fabricante de varitas le sonreía con cariño.
- Soy yo. ¿Aburrido no? – dijo bromeando.
- Lo lamento señor Ollivander. Le estoy por pedir algo importante y... - pero Harry se interrumpió porque en uno de los pasillos de varitas apiladas, vio un niño de unos nueve años.
- Es mi sobrino. Mi hermana se casó con un mago eslavo y viven los tres en Checoslovaquia. Él te admira mucho. – Garrick giró para mirarlo. – Ven Blaz. Acércate hijo. – el pequeño corrió hacia Harry y lo abrazó tan fuerte que ambos casi se caen sobre una gran pila de cajas. Riendo Harry quedo de rodillas a la altura del pequeño.
- Hola Blaz. ¿Estás pasando las vacaciones con tu tío? –
- Estoy aprendiendo todo sobre las varitas. Quiero ser como él cuándo se a grande. –
- ¡Eso es muy bueno! – lo felicitó Harry. – Tendremos nuestro propio fabricante por mucho tiempo más. – el niño asintió con solemnidad y orgullo. Harry volvió a sonreír y mientras se volvía a poner de pie, despeinó el cabello negro de Blaz.
- Ahora estoy más tranquilo. Hasta hace unos años no tenía ningún sucesor. Pero cuando Blaz visito por primera vez la tienda, se quedó maravillado. ¡Ah! Tengo algo para ti Harry. – dijo el anciano elevando un dedo como si de repente se hubiera acordado de algo importante. Y le ordenó a Blaz que fuera a buscar una varita al segundo depósito. Éste asintió y salió corriendo. – Estará un buen rato buscando. Dime que precisas muchacho. –
- Vine a pedirle un favor. – Harry saco las varas elementales que estaban dentro del paño de gamuza negro. Colocó la tela muy delicadamente sobre la mesada, y dejó expuestas las tres "llaves".
- ¡Por el gran mago! Jamás en mi vida vi algo así. – Ollivander inspeccionó cada una maravillándose de los colores, las texturas, y sonidos de las tres varas. Harry le contó que eran, y para que se utilizaban. Y porque faltaba una.
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Contigo, SIEMPRE! [Drarry] Segunda Parte
FanfictionLuego del final de la segunda guerra de Hogwarts, todo cambió. Y ya no hay marcha atrás. Con un simple arrepentimiento, el epilogo que todos conocemos, nunca sucederá. ¿Pero por qué? Simplemente porque cuando llega el verdadero amor todo cambia. L...