6. Mar de Nubes.

213 32 2
                                    

En un lóbrego crepúsculo se podía escuchar una dócil y fresca sinfonía. No de las que provocan agitar tu cabeza en los solos de guitarra. Bailar en donde sientes que es lo indicado ó intentar alcanzar altas notas del clopero de una arte en la que cada galaxia se enfrasca para sentirse vivo, tan solo sentir.

No, esta vez fue diferente.

Aquella melodía le hizo callar y oscilar cada hilo de su deteriorada alma. Aprecia el pacífico océano arriba de él, su panorama es maravillada ante la despedida del fulgente sol y el resurgimiento del testigo de noches en que desolados corazones salen en busca de sanación para aquello que no detiene sus más secretas grietas.

Cada emoción envuelta en música revela un nuevo mundo en ti y el como lo expresaras.

En el pueblo de Hawkins, un automóvil aparcado lejos del ruido colonial, Steve Harrington pensaba en su futuro. Uno en el que seguramente trabajara para su padre, y eso le asustaba. Lo alejaba de ser libre, sentirse en paz. Vivo, como Nancy a su lado le hacía sentir.

Sus pestañas se abrazaron entre si, parando el calvario que significaba pensar en Nancy, la dulce e inocente Nancy Wheeler.

Pero no podía, pues desde el fin de su relación, no ha hecho más que envenenar su corazón en cálidos y amargos recuerdos. Le hacen daño, pero ante la perdida de su primer amor, es difícil olvidarle.

Perder a sus amigos superficiales, fiestas con personas desconocidas cada día que él quisiera, chicas llorando por un mínimo de su atención. No le dolió, no había perdido nada, solo personas huecas que Nancy logró aplastar y llenar de alegría la gris vida de Steve. ¿Y finalmente para que? Después de todo su amor había sido mentira. Una que no logra sacar de su triste corazón.

Mentira — musita Steve, abriendo sus ojos y reflejando en estos, su dolor —. Esto es mentira.

Sus labios se mueven trazando una sonrisa irónica ante el recuerdo de las palabras dichas.

El ex mujeriego con su corazón roto. Su karma le costo caro y ahora comprende a todas esas chicas que rogaron por su amor detrás de la puerta de su hogar e incluso, haciendo escenas bochornosas en la secundaria.

Otro hondo suspiro de lo más profundo de su corazón y enrolla sus suaves dedos en sus hebras castañas. Sin importarle nada, no había con quien fingir estar bien y cálidas lágrimas pintaron sus mejillas. Delicados hipidos rasgaron su garganta ante el recuerdo de sus ojos. Su puño golpeo el volante, colérico por sentirse asfixiado al no ser correspondido.

Su silencioso llanto es interrumpido por los chillidos de unas llantas quemarse por la alta velocidad. Secando sus ojos tanto mejillas, espera por ver pasar ese auto e irse a su casa. No es como que quisiera morir a causa de automovilistas locos.

Su mirar es acaparado por un Chevrolet azul, uno muy genial, lo opuesto a su dueño, Billy Hargrove.

Steve maldice interiormente, pues hace semanas, no esta de humor para ser blanco de las bromas de ese idiota. El castaño apaga su auto, rezando por no entrar en la visión del de ojos azules, y si, admira con alivio pasar como rayo el carro de Hargrove.

— ¿Pero que mierda? — suelta azorado, frunciendo su ceño.

Una pizca de preocupación nace en su pecho. Él es una persona sensible, y siente muchas emociones, por lo que una de ellas se siembra en él y no puede ignorar por más que quiera.

Cantar De Los Cantares.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora