¿Qué hice?
Con una cuchilla en mano empecé, otra vez, la misma acción de todas las noches que tanto me encanta. El agudo dolor ya casi ni lo siento, ¿y la diversión? Se esfumo, junto con el dolor físico, pero… el sentimental sigue presente y atormentándome día y noche. Mi deseo de volver a sentir ese dulce dolor me lleva a clavar la cuchilla un poco más, y más… y más. El desaseado dolor vuelve, junto con unos asombrosos puntitos multicolores que adornan mi visión y la gloriosa sangre carmesí. Pero sigo sin estar satisfecha del todo, por lo tanto, la cuchilla se hunde más, más y más. No sé si es mi visión o de verdad mi mano está totalmente teñida de un hermoso rojo brillante hasta mi muñeca. Los puntitos multicolores se intensifican y siento que estoy en mitad de un sueño veo todo lo que sucede, siento y sé lo que hay a mi alrededor, pero no controlo mis acciones, no puedo mover mi brazos ni piernas, parezco una muñeca de trapo. Siento que estoy en una nebulosa. De repente, todo a mi alrededor se despeja, veo y siento todo a la perfección, puedo moverme con total libertad… pero no lo hago. Intento levantar mi brazo, pero no se mueve, no hace lo que mi cerebro le ordena; se queda quieta en su lugar, como si estuviera muerta, al lado de mi cuerpo. Mis ojos se cierran, no puedo pensar con claridad, todo se mezcla e mi mente, las palabras no encajan unas con otras, carecen de sentido alguno. Pierdo la posibilidad de mantener mi cabeza levantada, mirando hacia el techo, por lo que cae, y en mi campo de visión entra mi mano… con una cuchilla que apenas se logra visualizar. Pasa por mi una pregunta, justo con mi última exhalación de aire, «¿qué hice?»