Una vez que...
-¡¿Por qué eres así conmigo?! –grito ella, desesperada.
-No soy así solamente contigo –contestó, con voz fría, sin dejar entrever ningún sentimiento.
-¡Deja de ser tan fría! –volvió a gritar, al borde de las lágrimas.
-Lo siento, no puedo. –murmuró, agachando la cabeza.
-¡¿Por qué…?! ¡Tan solo tienes que sonreír y ya!
-No es tan fácil como lo dices. Una vez que te golpearon tantas veces que ya ni quieres levantarte; una vez que te dijeron tantas palabras juntas, que solamente te dañaban, y que no tenías ni idea de que dolían tanto; una vez que lloraste tanto que pensaste que ni una lágrima más podías derramar, pero estabas equivocado, ya que al segundo siguiente ya estabas llorando de nuevo; una vez que pensaste que ya no podían arrebatarte nada más, porque te lo habían quitado todo, y otra vez te habías equivocado, porque tiempo después te arrebataron la vida de un ser querido; una vez que no piensas en nada más que morir, que ni siquiera las cosas más graciosas del mundo te hacen sonreír; una vez que solamente quieres quedarte encerrado en tu habitación, no quieres que nadie te hable, se te va el hambre, y no haces más que recordar tus errores y torturarte por ello… unas vez que pases por todas esas cosas, y, aún así, puedas levantarte todos los días y venir a este maldito infierno con una sonrisa en la cara, podrás reclamarme algo, mientras tanto, guárdate todas esas palabras para ti mismo. Ya que, no me conoces ni un cuarto de lo que crees conocerme, ni tú, ni nadie. –mostro su habitual sonrisa, tan cálida y natural, se dio media vuelta y se fue caminando, lentamente mientras se fijaba en las formas de las perfectas nubes blancas que adornaban un cielo anaranjado.
