2. La Muerte

758 97 27
                                    

Llegaron al aeropuerto donde los esperaban Happy y Pepper.

Silencioso y con cautela, Tony se acercó a Pepper, la observaba con la misma apreciación que si estuviera viendo el objeto más valioso del mundo.

No dijo nada, sólo sonrió levemente y la mujer le sonreía de vuelta de forma cariñosa y feliz.

Le tocó el hombro con su brazo no vendado y apretó de forma tierna, para luego unirlos en un abrazo correspondido.

-Te extrañé -susurró en su hombro.

-Yo también, -susurró ella de vuelta en unos segundos-, señor Stark.

Tony se separó casi de inmediato de que haya dicho aquella frase.

Sin mediar otra palabra, ambos se subieron al auto.

-¿A dónde, señor? -Happy. Estaba muy joven, se veía muy joven.

-Al hospital, por favor -le dijo Pepper. El hombre miró a Tony observando la ventana, perdido en sus pensamientos.

-A casa. Llévame a casa, Happy -contestó sin apartar la vista de la ventana.

El guardaespaldas y Pepper intercambiaron miradas, y luego de unos segundos hicieron caso a su petición.

La casa era tal cual como la recordaba, incluso, se veía aún mucho más hermosa y acogedora.

Su hogar.

El primer lugar donde creó a Ironman.

Entró con pasos seguros y firmes, a pesar de que en su interior se estaba muriendo sobre lo que venía.

-¿Jarvis?

-Bienvenido de vuelta, señor. Lo extrañé -sonrió ampliamente.

-Yo también, J...

Pepper se acercó a él.

-¿Se quedará aquí mientras hablo con la prensa?

-Por favor. Gracias... Señorita Potts.

-Un placer, señor -se sonrieron una última vez antes de que la mujer se retirara.

Tony observó cada habitación, apreciando cada detalle que había olvidado y extrañado todos esos años desde que Killian la destruyó.

Bajó al taller acariciando la pared con su mano buena, y los hologramas se encendieron. Era obvio que Jarvis quería darle la mejor bienvenida a su lugar de trabajo.

Dio una vuelta a su propio eje mientras observaba todo con una sonrisa de nostalgia.

Hasta que la encontró a ella.

La delgada mujer estaba sentada encima de une escritorio con sus perfectas piernas cruzadas para dar la sensación de coquetería. Dejando ver un poco de su blanca y tersa piel por debajo del vestido de humo negro.

Ojeaba unas hojas mientras sonreía. E intercambiaron miradas.

-J, si me escuchas hablando sólo, que no te importe. Te aviso directamente si quiero algo, ¿okey?

-Claro, señor.

Y algunos hologramas perdieron un poco el brillo.

-Vaya... Eres más tranquilo -la mujer se bajó de la mesa y se acercó a él con movimientos limpios, como si los calculara a la perfección-. Eso me agrada.

-¿Quién eres?

-Yo creo que ya lo sabes -la mujer se acercó, y acarició el pecho del hombro, especialmente la zona del reactor-. Tú me buscaste tanto que llegué a ti.

ᒍᑌᔕT ᗰY ᗰIᑎᗪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora