22. Niño

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–No puedes hacer esto, Hela.

–Lo siento, hice un trato.

–Sabes que todo será caos. No puedes controlar ésta dimensión.

–No, pero mí Dama puede.

–Ella alteró el orden. Incluso si existe un multiverso, éste no tiene porqué perecer. Te pediré por favor que no hagas esto —Hela empezó a atacar con sus dagas, a lo que la Ancestral esquivaba y bloqueaba gracias a su magia. Y se volvió a alajear—. Sabes que éste universo sucumbirá ante los cambios, sucumbirá a el. No quedará nada y lo sabes.

–No me afectaría.

–Sí que lo haría. No a ti, pero a las otras-

–No me importa.

Los ataques siguieron.

La ancestral volteaba a ver a la Muerte, quien observaba todo a la distancia, como rogando que la detuviera.

Ella sabía que no podría contra ella a pesar de su poder y nivel de maestría en las artes místicas.

Empezó a intentar ver los futuros posibles de ese universo, pero todo estaba distorsionado, no había nada, sólo destrucción, confusión, muerte e ira.

Y finalmente sucumbió al desenlace que nunca vio. Su muerte parecida, pero no la causa.

Su pecho fue atravesado por una de las dagas y con ello perdió fuerza, cayendo por uno de los portales directamente a Nueva York.

Hela vio con orgullo lo que había hecho. La Muerte la tomó de la mano suavemente.

–¿Ahora puedes decirle a tú humano que me deje tranquila?

–Por supuesto —le dio un beso en la mejilla—. Eres la mejor.

La Ancestral estuvo desesperada de no poder ver más allá, de no saber si esa realidad estaba a salvo como ella juró que estaría. Sus momentos finales nunca estuvieron escritos de esa manera, tampoco encontró un sucesor. Stephen pareció muy alejado de todo aquello, desde 2008 no pudo verlo más en sus visiones, no había salvación y nunca creyó poder sentirse tan impotente.

Pero lo hizo, aceptó el final, no sin antes lograr alargarlo, no para disfrutarlo como lo hubiera hecho en otra vida, sino para que sus últimos instantes de existencia valieran la pena y quizás lograr un cambio.

Lograr que aquel que iba a destruir esa línea de tiempo que parara antes de que fuera tarde.

Pero no lo hizo.

No se detuvo.

—·•·—

Tony fue hacia Queens de inmediato a la espera de encontrarse con aquel niño.

No le importaba ser visto por la gente. No le importaba sobrevolar el cielo en su traje y sin acompañantes.

Sólo quería ver a Peter.

Lo encontró gracias a sus radares. El misterioso chico araña columpiándose entre los edificios.

Tony aterrizó y observó con nostalgia aquellos movimientos, hasta que el menor lo notó y bajó con velocidad para aterrizar frente a él.

Hubo un silencio que para el Stark se hizo eterno.

–¿Me reconoces?

–¡Señor Stark! —Peter lo abrazó, y Tony lo sintió cálido incluso con su fría armadura puesta.

ᒍᑌᔕT ᗰY ᗰIᑎᗪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora