De un día a otro Yuhi se entero de que su padre debía una gran suma de dinero al dueño de un conocido prostíbulo en Alemania, de un momento a otro estaba en otro continente, en otra cuidad, donde no hablaba aquel idioma y donde era obligado a trabaj...
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—Arthem... amigo~... —Hablo aquel hombre de traje, el cual se notaba debía estar rondando los 50 años, de cabello rubio y ojos azules, con una mirada oscura, y que ahora titubeaba temiendo por su asquerosa vida.
—¿A caso no aprecias tu vida? —Ryon no se encontraba de humor cuando se trataba de su dinero.
—N-No, no, claro que la aprecio. —Sonrió intentando simpatizar con el joven más alto.
—Estas de suerte... no suelo dar segundas oportunidades ni mucho menos avisar más de dos veces, pero, creo que podemos llegar a un acuerdo. —Ryon precio decirlo restándole importancia, preocupando así al hombre parado en medio de la habitación.
Pues no era de que extrañarse, deberle tal cantidad de dinero a un mafioso el cual con solo escuchar su nombre se te helaba la sangre Arthem Ryon era conocido no solo por su sangre fría, si no por el hecho de que jamás dejaba cuentas pendientes y de que no era usual en el las palabras "llegar a un acuerdo".
El hombre de ojos gatunos y de sonrisa torcida había subido sus pies en el escritorio, y apoyando un arma de fuego en la mesa, a Arthem le gustaba ensuciarse un poco las manos al cobrar, pero, siempre era precavido.
—¿No te interesa saber cual es? —Preguntó con cierta hipocresía.
—¿Que es lo que quieres?
—Un chico.
Las risas del hombre no se hicieron esperar.
—Muchacho, debiste decirlo antes, sabes que todos mis chicos están a tu disposici-... —El hombre fue interrumpido.
—No me malinterpretes viejo, no me apetece ninguna de tus... damas de compañía. —Utilizando un tono un tanto despectivo al final de la oración sonrió.
—No quiero cualquier chico... —Sacó un sobre del interior de su saco y se lo acercó a través del escritorio.
—Tienes una lista muy específica de lo que pido, incumple uno de los puntos y despídete de tu inservible vida. —Se levantó del escritorio y recogió su arma, avanzando hacia este.
—Ah... por cierto... —Pegó sus labios al oído de este.
—No quiero problemas con menores de edad, no me gustan los bebés llorones... ¿comprendes? —Unas poco amistosas palmaditas en su espalda fueron suficientes para hacer temblar al hombre de notable peso de más.
—Tienes hasta que vuelva a aparecerme por aquí para tener al chico, fállame una vez más y te lloverán mis balas cuando estes cagando. —Abrió la puerta y salió sin decir mucho más.
Por fin Dirk pudo respirar con libertad, abrió el sobre y empezó a leer la hoja en el interior.
—Hijo de perra. —Cuando terminó de leerla la arrugó en su puño con furia, esto le causaría más problemas que darle su jodido dinero, pero ahora si apreciaba su pellejo debía cumplir el encargo.