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—¿A caso estás ciego? —Escuchó a sus espaldas y decidió ignorar aquella voz

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—¿A caso estás ciego? —Escuchó a sus espaldas y decidió ignorar aquella voz.

—¿No te han enseñado a atender o que? —Recordando las palabras de Mr. D y no queriendo una segunda golpiza de la que recuperarse se giró, encontrándose un rostro pálido, de ojos gatunos y sonrisa afilada, el joven frente a él lucia completamente asiático, su cabello estaba teñido de rubio.

A pesar de su expresión de ser alguien peligroso no evito mal encararlo.

—No soy ciego, pero parece que usted si es idiota. —Sonrió arrogante, se acercó y apoyó sus codos en la barra, a su vez su barbilla en sus palmas.

—Parece que no sabe leer, en las cajetillas dice claramente que fumar mata, si desea suicidarse hay métodos más efectivos y rápidos. —Miraba directamente los ojos del mayor al otro lado de la barra, y cuando no lo esperó tras una ronca risa recibió todo el humo de la profunda calada que dio a su cigarro en el rostro.

El hombre de negro sujeto firmemente el collar ancho que llevaba aquel chico por la argolla, atrayéndole a si, Yuhi por reflejo sujeto con ambas manos la muñeca del quien estaba al otro lado de la barra, un brillo de temor apareció en sus ojos, eso hizo al sujeto de los ojos gatunos sonreír y apretar un poco el collar para robarle un poco de oxígeno.

—¿Que pasa ángel? ¿Te comió la lengua el gato? —Le miró desafiante, con una sonrisa socarrona de lado pero cuando vio que estaba por decir algo le cortó las palabras con un sencillo movimiento, apagó el resto del cigarrillo por debajo del hombro del menor, aplastando y girandolo un poco para asegurarse que no quedaría encendido y además para hacer la herida lo más dolorosa posible, arrancándole un dulce alarido de mero dolor y casi de miedo mientras aún lo sostenia, aunque claro, la música aturdía a todos en el lugar y no pudo ser escuchado.

—¿Que pasa ángel? ¿Te comió la lengua el gato? —Le miró desafiante, con una sonrisa socarrona de lado pero cuando vio que estaba por decir algo le cortó las palabras con un sencillo movimiento, apagó el resto del cigarrillo por debajo del hombro d...

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El joven más alto arrastró al menor desde el mismo collar, ahogándolo cada que daba un tirón, cansándose de escucharlo llorar y gritarle que lo soltara, importándole poco si su brazo dolía o no.

—¡Dirk! —Abrió sin siquiera anunciarse la puerta de la oficina de aquel hombre, arrojando sin una pizca de delicadeza el cuerpo del más bajo y sin generarle gran esfuerzo.

Berlín.Where stories live. Discover now