De un día a otro Yuhi se entero de que su padre debía una gran suma de dinero al dueño de un conocido prostíbulo en Alemania, de un momento a otro estaba en otro continente, en otra cuidad, donde no hablaba aquel idioma y donde era obligado a trabaj...
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Yuhi despertó varias horas más tarde, no tenía modo de saber la hora, tampoco es que realmente le interesase.
Se sentía como si un elefante le hubiera pisoteado cruelmente, no habían pasado dos minutos de estar despierto y ya estaba llorando abrazando su edredón,no sabía cómo había llegado ahí pero seguía con la misma ropa que uso por última vez ayer en la noche.
Realmente de habría quedado en cama de no ser por que sus necesidades biológicas le llamaban.
Empezó a levantarse lentamente, sin llegar a poder sentarse, sus piernas temblaban y podía ver en los trozos de piel descubiertos que habían diversos hematomas de distintos tamaños y tonalidades.
Sus muñecas tenían aún marcas de la atadura que Arthem había hecho con su corbata, pero estas eran de tonos violáceos.
Avanzó a pasos temblorosos hasta el pequeño cuarto de baño, donde al verse al espejo descubrió una imagen horrible, habían contornos obscuros en sus ojos por no haber dormido bien, en su mejilla izquierda la mano de Arthem estaba plasmada por partes, todo su cuello y clavículas, además de su pecho, abdomen y probablemente el resto de su cuerpo estaban llenos de marcas que Arthem había dejado ahí, haciéndole recordar todo lo que había vivido la noche anterior, lloró al verse al espejo, incluso habían mordidas marcadas y su piel estaba ligeramente abierta en esas zonas.
Su ropa, si es que a eso podía llamársele ropa, estaba manchada con sangre, muy probablemente suya, retiró esas prendas, descubriendo que sangraba desde su entrada, y realmente le sorprendería que no fuera así, abrió la llave del agua, la cual a pesar de no ser muy caliente era algo tibia pero ni aún bañándose se quitaría la sensacion que tenía encima, se sentía tan sucio que solo podia pensar en eso, y en desacerase de esas horribles prendas.
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A lo largo del día nadie llamó a su puerta, no parecían necesitarle en el bar, los sonidos de pisadas que iban y venían desde el pasillo retumbaban hasta las paredes pero nunca fuerin a detenerse frente a su puerta.
Y así fue por dos días enteros, pasado ese lapso, a media tarde alguien anunció su presencia, tocó un par de veces y entró en la habitación, era un hombre robusto y de alta estatura vestido con un traje algo más informal en color café.
