Preocupado, dejé caer mi bolso con el equipo en el suelo de mi habitación. Mierda, ¿qué diablos había sido eso? ¿Qué había sucedido en el estadio? De solo recordarlo se me revolvía el estómago. ¿Qué le había pasado a esa chica para estar así de mal? ¿Era tan severo un ataque de pánico? Nunca había visto uno a ese nivel. Nunca había evidenciado lo mal que dejaba a las personas. Mentiría si dijera que yo jamás hubiese sufrido uno. Lo hice, pero jamás como esta chica. ¿Estaría bien ella en estos momentos? ¿Habría logrado llegar sana y salva a su casa?
Mierda, había tratado de seguirla vistiendo nada más que mis calcetines sudados, pero no había logrado ir más allá de la puerta. No con la gente aun saliendo del estadio. No había modo que yo lograra pasar a través de la multitud de fanáticos. No había modo que lograra alcanzarla. Su velocidad al correr había casi igualado a la de Flash.
No podía sacármela de la cabeza, no podía dejar de preocuparme por ella. Ver el dolor en sus ojos verdes, había visto el pánico en ellos. Había visto cómo temblaban sus manos y su cuerpo completo. Había visto su rostro húmedo con lágrimas, corriendo el maquillaje de sus ojos. Su cabello pelirrojo desordenado por haberle pasado las manos incontables veces. Sus amigas la habían abandonado. ¿Cómo podían dejarla así? ¿Cómo pudieron esas chicas estar más preocupadas de conseguir un jugador que en su amiga? Jodidas conejitas del hielo. Así era como se les llamaba a las chicas que solo buscaban acostarse con un jugador de hockey: conejitas del hielo. ¿Machista? Quizás. Yo no les había puesto ese apodo, de todos modos.
— ¿Qué estás haciendo? – Me sobresalté al escuchar la aguda voz de Kayla. Levanté la mirada en su dirección, dejando caer el móvil en la cama.
—Uh, estaba pensando.
— ¿Sabes cómo hacerlo? – Ella se vio curiosa pero una sonrisa que competía con la de Lucifer apareció en sus labios. Solté una carcajada.
—Eso creo. No estoy del todo seguro. – Kayla se encogió de hombros.
— ¿Bajarás a cenar? La comida está lista. Incluso Grace se quedará a comer. – Sus ojos brillaron por la última información. Kayla amaba con todo su corazón a Grace. Probablemente la amaba más a que a mí, que era su hermano. El hermano favorito, quería creer. Mi estómago se revolvió una vez más a la mención de Grace.
Grace. Grace Shepard. La novia de mi hermano mayor desde hace siete meses. Se supone que mi mejor amiga. La chica por la cual estaba loco. Estaba tan malamente enamorado de la novia de mi hermano que a veces me sentía culpable de tan solo mirarla. Había logrado que nos alejáramos un poco. Un poco mucho.
La había besado hacía ocho meses. Podía recordar la suavidad de sus labios, recordaba haber tocado con mi lengua la punta de la suya y, en menos de un respiro, Grace se había alejado de mí. La conversación siguiente a ese beso me había destruido todos los sueños y esperanzas que había tenido relacionadas a ella. Evitaba estar en un mismo lugar que ambos estuvieran. No podía soportar ver a Matt, mi propio hermano, abrazar a Grace, besarla, mirarla. Estaba jodiendo mi mente. Trataba de fingir que todo estaba bien y que me sentía genial con ellos dos juntos. No lo estaba. Mierda, no.
Había sido una bomba saber que Grace estaba enamorada de mi hermano. Había sido peor cuando Matt había sido recíproco en ese amor. Habían roto mi maldito corazón. ¿Se los dije? Diablos, no. Mi hermano merecía ser feliz después de lo sucedido con Rebecca. Matt realmente merecía a alguien que lo quisiera y amara de verdad. No alguien que estuviera fingiendo solo para poder conseguir su dinero. Grace era esa chica que había llegado para amarlo como correspondía. Pero mierda, dolía. Dolía como el infierno. Dolía como haberse quebrado los 206 huesos del cuerpo al mismo tiempo. Era así de serio.
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Aprendiendo lo que es el Amor (Amor en Boston #2)
Roman d'amour"No sabía quién era yo por un minuto, ni siquiera sabía dónde estaba. Estaba perdida hasta que me encontraste. Eres lo que estaba esperando, todo lo que soñé y más." -Avril Lavigne