Volvimos a Boston a fines de agosto. Habían pasado cuatro meses desde que los padres de Madison habían estado en nuestro departamento y el padre de Maddie había pedido perdón a su hija por ser un padre de mierda. Desde ese momento no habían vuelto a perder el contacto y ellos la visitaban a menudo, lo mismo que ella, quien había decidido volver a New Haven para visitarlos de vez en cuando, obligándome a ir con ella. Bueno, en realidad yo iba gustoso a donde sea que ella fuese.
Había conocido su casa de la infancia, los lugares que había visitado cada día mientras vivía en New Haven, conocí lugares a los que ella le gustaba visitar cuando se había sentido sola o simplemente quería apartarse. Conocí a un par de vecinos que juraron verla crecer desde que estuvo en el vientre de su madre. Me había gustado conocer su habitación, llena de la esencia de Maddie, sus libros ordenados por color en una estantería que ocupaba toda la pared. Libros que luego terminamos por ordenar juntos e incluso leíamos juntos por las noches diferentes partes de algún libro que ella quería mostrarme.
La vida era maravillosa con ella a mi lado.
Antes de irnos de vacaciones, habíamos ganado la Copa Stanley contra los Lightning de Tampa Bay y las celebraciones habían durado semanas. Había habido desfiles por todos los alrededores de la ciudad con todo el equipo y la copa. Las calles habían estado repletas de gente, gritando, ovacionando. Nunca me había sentido tan realizado como deportista en la vida. Había sido mi sueño y jodidamente se había cumplido.
Aunque claro, también me había emborrachado hasta perder la conciencia con el resto de mis compañeros de equipo y Matt, para indignación de Grace, quien había tenido que aguantar a un Matt demasiado borracho que ni siquiera podía mantenerse de pie o dejar de vomitar. Ugh.
Y hace dos días habíamos vuelto de nuestras vacaciones, después de poco más de un mes completo afuera. El último país que habíamos visitado había sido Escocia, Maddie había querido seguir el tour que daban para conocer las localidades que habían usado para grabar la serie Outlander. Serie que, por supuesto, yo había visto con ella hasta altas horas de la madrugada y que había terminado por gustarme.
Miré a Maddie a mi lado, mirándose en el espejo de cuerpo completo que había tras la puerta. Ella estaba de espaldas a mí, pero podía ver perfectamente su rostro a través del reflejo.
Ella estaba usando un vestido azul oscuro lleno de pequeñas y delicadas mariposas, llevaba unos tacones del mismo tono que la hacían ver muchísimo más alta y su cabello iba arreglado en una coleta alta. Se veía hermosa, sobre todo cuando me fijé que estaba usando el maquillaje que ella tanto amaba. Sus labios de un fuerte color rojo y sus ojos de suaves colores neutrales.
Era 20 de agosto y Joshua estaba de cumpleaños. Él estaba cumpliendo 29 años y no había invitado a nadie a ningún tipo de fiesta, así que Matt había preparado una fiesta sorpresa en casa. Grace y Kayla eran las encargadas de llevar a Josh sin provocar ningún tipo de duda en él, lo que era un poco difícil. Josh era demasiado inteligente para su propio bien.
Maddie me hizo detenerme en una farmacia de camino a casa, alegando que necesitaba comprar sus pastillas anticonceptivas. Esperé paciente en el estacionamiento mientras ella iba por sus pastillas. Ella jamás se había perdido ninguna pastilla. Lo cual era un jodido alivio, porque no siempre usábamos protección.
Cuando volvió al auto, tenía el ceño fruncido mientras miraba la boleta que tenía entre sus manos.
— ¿Qué sucede?
—Nada, solo miraba que les cambiaron el nombre a las pastillas, pero sigue teniendo los mismos componentes. – No vi por ningún lado las pastillas, así que supuse que las había guardado en su bolso antes de salir del local.
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Aprendiendo lo que es el Amor (Amor en Boston #2)
Romansa"No sabía quién era yo por un minuto, ni siquiera sabía dónde estaba. Estaba perdida hasta que me encontraste. Eres lo que estaba esperando, todo lo que soñé y más." -Avril Lavigne