Capítulo 1: Madison

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No podía creer que había dicho sí. No podía creer que había aceptado ir a un juego de hockey en el que ni siquiera estaba interesada. No podía creer que Chloe y Phoebe me habían convencido de asistir a un juego de hockey en el que sabíamos habría una multitud de personas celebrando y gritando. Pero lo había hecho, había aceptado la entrada que los padres de Phoebe nos habían regalado. Mis amigas y compañeras de piso eran fanáticas de los deportes... o, mejor dicho, de sus jugadores y trataban de incluirme en todos sus planes con el fin de conseguir un chico. Aunque yo ni siquiera mostrara ni el más mínimo interés.


Yo no estaba interesada en conseguir un ligue de una noche. No estaba interesada con acostarme con un jugador de hockey al que ni siquiera conocía su nombre. No me interesaba conocer a ningún tipo de jugador. Ni siquiera me gustaban los deportes, Jesús.


Y aquí estaba yo, planteándome la seria idea de fingir estar muriendo de una terrible enfermedad para no tener que ir a ese estúpido juego de hockey al que había sido invitada y que había prometido ir. No había modo que yo disfrutara eso. Ni aquí ni en mil años. Pero tampoco podía defraudar a mis amigas y compañeras de piso en algo que habían estado pidiéndome desde hace semanas. Las he conocido por alrededor de tres años y sabía que no descansarían hasta lograr verme sentada en la tribuna del estadio. Estuviera disfrutando de ello o no. Simplemente genial.


Las clases habían empezado hace dos semanas y no podía estar más emocionada por las nuevas materias que tenía. Estábamos a 21 de enero, pleno invierno y solo quería estar en casa, estar acurrucada entre las mantas con un chocolate caliente viendo alguna película de las que sabías que llorarías. Probablemente estaría viendo Posdata: te amo o, quizás, El viaje más largo. El tipo de películas de las cuales disfrutaba en silencio. Las chicas se reirían de por vida si supieran que yo lloraba en mi habitación viendo las películas románticas de Nicholas Sparks



Me quejé mientras mi mente volvía al juego de hockey que sería en la tarde noche, para mi sorpresa, el chico que estaba sentado al lado mío, dio un salto y me miró extrañado. 

Probablemente preguntándose porqué la chica fenómeno a su lado se quejaba en clases. 


— ¿Estás bien? – Su voz en susurro, tratando de evitar atraer la atención de la maestra explicando acerca del triage en urgencias al frente de la clase. 


—Uh, sí. Lo siento. – Él era un chico nuevo en mi clase, creo que había sido transferido desde otra universidad. California o algo así. Lo cual explicaría su tez tostada en pleno invierno en Boston. La gente de Boston no era conocida por estar bronceada, de todos modos. Ni siquiera recordaba su nombre, aunque lo había visto con su novio alrededor del campus un par de veces.

 
—Eres Madison, ¿cierto? – Asentí con una sonrisa. 


—Maddie. 

 
—Soy Thomas. – Él me tendió su mano, sorprendida por su presentación en medio de la clase, tomé su mano y la sacudí rápidamente. 


Él se quedó en silencio mientras la maestra nos daba un vistazo rápido y luego volvía su atención a lo que estaba explicando. Medio me aterrorizaba esta mujer. La profesora y enfermera Smith era conocida por reprobar a la mitad de la clase en sus prácticas clínicas por no ser lo suficientemente hábiles o capaces para soportar la cantidad de trabajo y rapidez que se necesitaba para trabajar en una sala de urgencias. Ella era una de las maestras más temidas en la escuela de Enfermería. Estupendo, porque yo estaba teniendo práctica en urgencias este semestre. Dos meses completos. Y ella era mi profesora encargada. Maravilloso. Decir que estaba asustada era un eufemismo, porque la práctica comenzaba hoy en la tarde, justo después de almuerzo. Esta era mi última clase antes del almuerzo y mi estómago estaba a punto de devolver el desayuno que había comido por la mañana. Temía ser presa de algún ataque de pánico, pero los medicamentos que me había recetado mi psiquiatra estaban haciendo su trabajo. Me estaban tratando con antidepresivos para los ataques de pánico y ansiedad que tenía desde hace un año. Ellos realmente estaban haciendo su trabajo. A veces me daba miedo pensar que esos medicamentos evitaban que yo fuera tan introvertida, tan tímida alrededor de personas que no conocía o que eso explicaba por qué dejaba que mis amigas pasaran por alto cualquiera que fuese mi opinión. Mis ganas de combatir estaban tan apagadas, tan debilitadas.

Aprendiendo lo que es el Amor (Amor en Boston #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora