Un ruido me despierta aunque estoy demasiado dormida como para abrir los ojos. Siento un hueco vacío a mi lado y me estiro sin pensarlo ocupando la mayor parte de la cama. No sé qué hora es, pero no me importa. Parece de noche aún. A través de las dos finas rendijas en las que consigo abrir los ojos veo la silueta de Lauren con una toalla alrededor del cuerpo y el pelo mojado. Está sentada a los pies de la cama con un papel entre las manos y me imagino que está corrigiendo antes de irse los últimos exámenes que, por circunstancias de la vida, no pudo terminar la noche anterior. Mi mente recuerda por inercia tales circunstancias de la vida, y al final la única circunstancia fui yo.Me pesan los párpados y mi mente comienza a recordar a gran velocidad, como en un sueño, ella sola, mientras mi cuerpo aún dormita en la penumbra de la habitación. Recuerdo sus manos desnudándome, recuerdo mi timidez al principio, recuerdo cómo retuve la respiración después, cuando no había marcha atrás, cuando me separó las piernas, cuando su rostro estuvo demasiado cerca. Recuerdo sus dulces besos en mi cuello, en mi pecho, en mi abdomen, su cálido aliento en mi entrepierna. Recuerdo su expresión que tanta ternura me causó cuando me dijo que no fuera muy exigente con ella, que sentía si hacía algo mal, que era la primera vez. Creo que eso me hizo desearla con más ansia. Y creo también que eso me hizo recibirla con un gemido más profundo. Todo lo que recuerdo después es una miscelánea de sensaciones, una húmeda bailarina tan inexperta como eficiente que no dejó un centímetro de mí sin probar, un calor ascendente que convertía la escena en una ducha en el infierno. Recuerdo la imagen de sus ojos mirándome desde abajo, la terrible excitación que me producía ver su cara entre mis piernas, las cosquillas que me hacía el roce de su cabello en la parte interna de los muslos. Recuerdo que todo me pareció demasiado, que mis dedos pellizcaban las sábanas y los suyos mis piernas, que en algún momento le acaricié el pelo y enterré en él mis manos, que perdí el control, que la cama se convirtió en una explosión de placer, que mi cuerpo se contrajo en un éxtasis desbordante, que la abracé con las piernas. Recuerdo también que se relamió, que me robé de sus labios, que alargué el instante todo lo que pude, que la noté satisfecha con su obra, que la quise, que la quise mucho, para mí y para siempre. Que quise decírselo, pero no lo hice.
Con los ojos entrecerrados advierto la sombra de Lauren, ya vestida, moviéndose por la habitación, acercándose después a mi lado, mirándome. Caigo en la cuenta de que sigo desnuda y me estremezco, ella tira de la sábana y me arropa hasta la cintura, después me deja una caricia en el pelo, la escucho irse y vuelvo a quedarme dormida.
Despierto horas más tarde sintiendo un extraño sudor frío en la nuca. En la casa entera reina el silencio, con la única excepción del leve tic tac de un reloj. Me levanto con lentitud sin ni siquiera molestarme en vestirme y me dirijo a la cocina. A medida que voy caminando, abriendo un armario, cogiendo una taza, inspeccionando la nevera, van acudiendo a mi mente otras imágenes, otros recuerdos, también de la noche anterior pero posteriores, cuando pasamos a hablar de libros.
Nuestros cuerpos permanecían entrelazados, no notábamos el calor o no nos importaba. Lauren se separó de mí sólo para sacar un cigarrillo del paquete que reposaba sobre la mesilla y se encorvó ligeramente para encenderlo. Después regresó a su postura dejándome apoyar la cabeza en su hombro y fumó mirando al techo.
– Y por eso me recuerdas a El retrato de Dorian Gray –conluyó después de una larga calada.
– ¿Así que tú serías Basilio?
– Y tú mi querido Dorian.
Me quedé pensativa unos instantes. Lauren estaba acostada bocarriba, con una rodilla doblada y mi pierna alrededor de su cintura, ocultando bajo ella su completa desnudez. Su piel dorada se antojaba aún más suave bañada por la luz amarillenta de la lamparita y mis dedos quisieron corroborarlo acercándose a acariciarla.
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El arte en una mirada; Camren
FanfictionEra profesora de arte, y en efecto me parecía que sus pestañas enmarcaban el mejor cuadro de todos. La historia pertenece originalmente a @urnother, yo solo me encargo de adaptarla.