Lágrimas caen sobre mis mejillas como si fuera una vertiente. Leo y releo una y vez más cada una de las cartas e imagino su voz mientras las leo. Sus palabras. Hubiera querido escucharlo a él contármelo. Hubiera querido escucharlo a él decírmelo. Y a su vez, no iba a poder hacer nada por Elijah.
Lloraba, me observaba la muñeca tendida en mi propia cama, la caja aún estaba ahí, las fotos también. No sé en que momento se me había vuelto un hábito tener sueño todo el tiempo y dormir en donde sea. No quiero esta parte de mí, frágil, que no hace más que llorar y extrañar a alguien que no volverá. Pero ahora entiendo lo que días atrás no. Ya no lloro por lo sucedido. Lloro por Elijah, por no haberlo visto.
Tambaleo porque sé que aun en mi sangre corren antidepresivos, no me figuro del todo lo que veo y sin embargo tomo la última carta y salgo de mi departamento aprovechando que mis padres se han ausentado.
Tomo un taxi hasta el vecindario de Charles, que es el único que sabe la dirección exacta de dónde vivía Elijah. Con la mirada perdida, veo el camino y me estiro sobre el asiento trasero con comodidad como si me diese lo mismo. Me rio para mis adentros al imaginar en lo que ha de pensar el taxista llevándome drogada a un vecindario de poca monta, vestida como...sí, llevo joggins y una camiseta enorme. Está claro que estoy drogada.
Bajo y le doy el dinero sin que el taxista me diga el precio y puedo darme cuenta que le he dado más de lo que debería por lo rápido que se ha ido. Toco nuevamente la puerta de Charles, pero ésta vez, no me atiende su madre.
—¿Loraine? ¿Que haces aquí? —preguntó Charles al verme pero entonces yo ya había entrado y me había desparramado como líquido en su sofá —.No estás bien, deberías ir a casa...
—Me dijiste que no sabía muchas cosas de Elijah, y eso me lastimó ¿Sabes? —espeté mirándolo a los ojos.
Él tuerce la boca.
—Lo siento entonces. Pero no por ello debo lidiar contigo —dijo sin escrúpulos.
A lo que yo rebusco en mi bolsillo el sobre.
—¿Recuerdas que dijiste que él quería perder la virginidad conmigo? —dije riendo —.Pues adivina que, no soy la única que ayudó en su final.
Digo mientras le extiendo la mano con el sobre y Charles mira esto extrañado pero lo recibe quizás por curiosidad. Lo abre sin dudar y toma asiento para leer. Yo solo me encontraba tirada, hecha una piltrafa humana, derramándome en vida, yéndome en un sofá. Yo estaba muerta, pero creo que no lo sabía. Porque había sobrevivido.
Y en ocasiones, sobrevivir no significa que no has muerto. En ocasiones, estás muerta por dentro.—Esto quiere decir que él se contagió gracias a mí...—murmuró.
—O que así es la vida —interrumpí —.Solo quiero que me digas donde vive su padre, porque él tiene derecho a saberlo. A saber porqué su hijo hizo lo que hizo.
Él se lleva la mano al entrecejo.
—No se había preocupado por Elijah cuando vivía, no creo que lo haga ahora.
—Ya. Pero una cosa es tener un hijo y tratarlo como la mierda y otra muy distinta es saber que no lo volverás a tratar porque no lo volverás a ver. Char, él tiene derecho a saberlo.
Charles emitió una mueca sesgada y con desgana.
—Hay una cortada a unas cuadras de aquí, su casa es la última, ésta como escondida. Es la número 19873.
Le levanté como pude, mareada y me dirigí a las últimas de mis incógnitas. ¿De dónde vienes, Elijah?
—Vuelve aquí si necesitas algo—murmuró él.
No le di respuesta alguna y caminé aquellas cuadras como si volara. Y llegué entonces, al final de la cortada.
Y tuve entonces la irrisoria ilusión de que ahí terminarían las respuestas, que encontraría un culpable.Golpeé la puerta y entonces sale un hombre desprolijo con ropajes que le hacían honor y barba lo suficientemente crecida como para ser un indigente. Antes de presentarme él me ve fijamente y luego aleja y acerca la mirada a modo de corroborar algo.
—Tú debes ser ella—dijo el hombre.
Yo fruncí el ceño.—¿Ella? —insté.
Él deja la puerta abierta y se dirige hacía alguna parte de la casa lo cual como primer instinto se me ocurre de seguir.Él llega a un living bastante desordenado y rebusca en una caja con sus dedos, hasta que parece encontrar lo que busca. Entonces me interpone ante mi vista una polaroid mía, tapándome la boca mientras se me notaba al menos la mitad del semblante. Sí, efectivamente era "esa chica".
—Hace algún tiempo él trabajó duro conmigo en mi taller para ganarse unos pesos y cuando le pregunté que iba a comprar con ese dinero me dijo que le daría un regalo a la chica que le gustaba—comenzó a decir —.Y un día, imprimió montones de fotos y las guardó en una caja pero había impreso tantas que no se había dado cuenta que se le había caído una en su habitación. La encontré luego de que él murió.
—Lo siento, no quise caer desprevenida. Solo es que, él no ha dejado carta alguna ¿no es así?
El hombre llevo la vista a algún lado mientras se encoge de hombros y se ladea en el apoya brazo de un sofá descuidado y viejo.
—Supongo que no me lo merecía. Era un pésimo padre—dijo riendo, pero profundamente se podía sentir la tristeza que lo abordaba —Un día antes de que sucediera todo, él había regresado con golpes por la espalda y las costillas, y no pregunté, porque estaba bebiendo y ése se suponía que era mi tiempo libre. Luego, se fue a lo de Charles abultado como un globo supongo para que nadie se diera cuenta de lo que pasó.
—¿Usted está diciendo que Elijah fue agredido el día antes de hacer el tiroteo? —despabilé.
—Y muchos otros. Él no la pasaba bien en esa escuela, pero no me di cuenta hasta que tomó mis rifles y no hubo marcha atrás...
Llevé la mirada al suelo, y aunque puedo entender que su padre era ausente en su vida, seguía siendo su padre. Y quizás él, tanto como el resto, jamás supimos lo que pasaba dentro de la mente de Elijah y eso no era ningún pecado.
Le extendí la mano con el mismo sobre que le había dado a Charles para que lo vea y tomo rumbo hacía la puerta.
—¿Que es esto? —pregunta el hombre.
—La prueba de que no es su culpa—atino a decir y luego me marcho.
No puedo decir que su padre era bueno, y tampoco puedo decir que nosotros éramos buenos amigos. De haber sido todo como debió ser entonces no hubiera sucedido lo que pasó. Pero las realidades alternas no existen, no existen otras probabilidades, existe lo que es. Y esto es lo que es.
Pero cuando ves las cosas con más perspectiva te das cuenta del peso de algunos detalles, y como estos, a su vez, pueden definir la delgada línea entre el bien, el mal, y la decisión de alguien. Y sin saberlo, el día anterior al ataque de Elijah, existieron cosas que había ignorado hasta entonces, pero ahora, me doy cuenta que aquello fue el detonante.
ESTÁS LEYENDO
¿Por qué no me mataste?
Misteri / ThrillerÉl ha matado a todo su salón, a excepción de ella. ¿Por qué?