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Browsville – Brooklyn (New York) – Estado de New York. 30 de noviembre de 2019. 03:42

En cuanto despertó, Alec trató de llevarse las manos al rostro, pero fue obstruido por el tirón de dolor agudo que sintió de sus muñecas.

Como un balde de agua fría, todos los sucesos de las últimas horas cayeron uno tras otro, afianzando el dolor de cabeza que ya tenía. Alec abrió los ojos, pero de igual forma no vio nada; esa inmensa oscuridad dificultaba todos sus movimientos y lo desorientaba por completo.

Cuánto tiempo había pasado desde la última paliza era algo simplemente imposible de saber.

Con lentitud, repto por el suelo de hormigón hasta lograr incorporarse nuevamente contra la viga donde reposaban sus grilletes. Sentía una amalgama en su cabeza, probablemente de sangre seca por la última patada que recibió antes de desmayarse. Respirar era dificultoso; una puntada de dolor le invadía desde su costado izquierdo, oraba mentalmente para que no hubiera nada fracturado y solo fuese dolor muscular.

Contaba con que pronto entrarían nuevamente, no sabía para qué, pero entrarían, de eso no le quedaba la menor duda. Querían venganza por lo que le pasó a su hermano, él no sabía cómo tenerlo a él ahí secuestrado sería provechoso, pero él no era ellos. —Malditos pandilleros mediocres...

Su boca sabía a sangre, sentía su labio hinchado y le dolía al hablar. Si solo agregaba el dolor en la parte posterior de su cabeza, podría decir que estaba bien... O bueno, tan bien como podría estar en su situación. 

Por más que le daba vueltas en su cabeza no encontraba nada que pudiera hacer para salir de allí. Aún si lograba liberar sus extremidades, el cuarto estaba totalmente sellado, su cuerpo estaba debilitado por los golpes y al menos en su cabeza la probabilidad de que lo mataran en el proceso era muy, muy alta.

El miedo a la oscuridad o a los monstruos que se esconden en la penumbra, son situaciones que comúnmente asustarían a cualquier persona, afortunadamente Alec no era una de ellas, porque de lo contrario ya se habría vuelto loco para ese momento. Su miedo no era a los monstruos, sino a la imposibilidad de actuar; el pánico que lo invadía era producto de los amarres que limitaban su movimiento, haciéndolo sentir indefenso y a la merced de los deseos que otra persona.

Al otro lado de la habitación, Alec escuchó finalmente a sus captores volver. A diferencia de su primer encuentro, no era solo un pequeño grupo el que se arremolinaba en la entrada. No fue difícil distinguir el paso rápido con el que se embarcaron al centro del lugar para encender una pequeña bombilla de luz amarilla. La luz era tan tenue que no alcanzaba a iluminar más de dos metros, pero era lo suficiente para a ver que con ellos habían llegado mesas, una silla y muchas cajas que más tarde sería desempacadas.

Por el momento, todos ignoraban la presencia del prisionero magistralmente, cada hombre cumpliendo con su papel. Comenzó a ver como unos implementos eran sacados cuidadosamente de sus cajas para ser ordenados sobre la mesa de forma que aún no podía discernir desde su posición. Por las formas de algunos de ellos, los que alcanzaba a ver con claridad, Alec estaba casi seguro que serían cuchillos junto a algunas cosas que parecían pequeños tubos.

Cada nuevo tintineo a pocos metros suyos eran las notas del réquiem que anticipaba su caída. Su saliva se sintió más densa de repente dificultándole tragar, al parecer el juego se terminaría más pronto de los esperado. «Izzy... Max...» fue lo único que su cabeza pudo pensar, antes de ser tomado bruscamente y sentado en la silla.

—Entonces, niño de la computadora, yo que tu comienzo a hablar ahora —ordena el hombre, mientras un cuchillo bailaba entre sus dedos.

—Maldición... —masculló Alec.

Transgresión (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora