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Los Ángeles - California, 15 de noviembre de 2009

—¡NO! ¡NO POR FAVOR! ¡NO MÁS, NO LE HAGAS DAÑO A ELLA! P-por fa-favor... Se lo ruego... Haga lo que quiera conmigo, pero no le haga más daño... por favor, se lo suplico —Repetía el niño amarrado al otro lado de la habitación, casi como un mantra; sus brazos estaban amarrados a su espalda contra una tubería que sobresalía junto a la pared de ese viejo y mohoso depósito. El ambiente estaba cargado de humedad y el ahora nauseabundo olor a sexo, acumulado por horas en el ambiente. La madera raída por la edad y la humedad temblaba y rechinaba con cada brusco movimiento que daba el chico mientras veía a su hermana tendida al otro lado de la habitación, a varios metros de él. Las lágrimas caían descontroladas de sus ojos, sentía algo caliente manar de sus muñecas y un incontrolable dolor en el hombro, pero nada de eso era importante.

El sujeto lo miró con prepotencia al escuchar sus gritos de súplica —JAJAJAJAJA —rió estruendosamente, formando una cacofonía repugnante y asquerosa en la habitación— RUEGA MÁS PEQUEÑO, VAMOS QUE NO TE ESCUCHO —Lo retó, mientras soltaba su correa y liberaba su ingle— No pensé que me fuese a divertir tanto aquí.

El chico miró aterrado como se posicionaba en medio de las piernas de la niña que yacía como un maniquí en el suelo de madera de la habitación. Sus largos cabellos negros se expandían a su alrededor, y sus manos colgaban sobre su cabeza; en algún punto la había amarrado contra la pared, al igual que a él. El niño ya no sentía su garganta ni su cuerpo.

Las primeras horas su hermana había gritado, había gritado y peleado incasablemente, mientras ese hombre vertía su mugrienta esencia en ella, ensuciándola. Pero ahora no era capaz, solo se tendía en un estado cercano a la inconciencia sobre las húmedas tablas; sospechaba que después de haberle partido el labio la había drogado. Él vio con terror como por un segundo los ojos de su hermana se enfocaban en los suyos azules, pero no era como antes, sus oscuros ojos ya no reflejaban la luz que había aprendido a amar cuando crecían. «No le hagas daño a ella» oyó a su garganta gritar, antes de que sus ojos se cerraran.

Su cuerpo rebotaba como peso muerto sobre el piso de madera, al ritmo del movimiento del nauseabundo hombre que estaba en medio de sus piernas, entrando una y otra vez.

—Ya no grita —reprochó el hombre, casi sonaba triste por eso mientras seguía penetrando el cuerpo inerte en el suelo.

—No más... por favor déjala, por favor déjala —repitió nuevamente, un poco más bajo. No sabía cuántas horas llevaban encerrados en ese almacén, asumía que debían estar en South-central, todo se tornaba borroso después de la muerte de sus padres, cuando los degollaron en la sala de su casa. Había logrado poner a salvo a su hermano, «Max» pensó abatido y se maldecía por no haber sido lo suficientemente rápido para esconder a su hermana «ojalá estés bien» pensó mientras su boca, separada de su cuerpo seguía repitiendo— Te lo imploro, por favor, se lo suplico señor, por favor deténgase, por favor...

Harlem – Manhattan (New York) – Estado de New York, 20 de octubre 2019. 02:13.

—¡...Favor! —Exclamó el chico sentándose en la cama con rapidez. En segundos escaneó rápidamente la habitación en la que estaba y la tensión de su cuerpo se fue. Estaba en su casa, era su habitación. El frío de octubre llenaba la habitación, pero al mismo tiempo lo hacía sentir protegido.

Rápidamente frotó sus ojos con el dorso de su mano, tratando de alejar el sueño, no quería volver a dormir si eso significaba volver a "soñar" eso.

Hacía unos meses que las pesadillas habían logrado ser menos frecuentes, pero eso no significaba que habían desaparecido; no, estaban lejos de eso. A paso lento bajó las escaleras del segundo piso rumbo a la cocina por algo de agua. Había escogido la noche equivocada para olvidar llevar su vaso antes de dormir.

Transgresión (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora