Así viajo a las estrellas

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Han pasado años desde la primera vez, pero incluso hoy, cuando nuestros labios se tocan, mi viaje empieza y no puedo evitar perderme en una galaxia de astros magníficos y milagros que superan mi comprensión.

El suave roce en mi boca y las luminosas caricias que me arrojas son como estrellas fugaces que traspasan el firmamento dejando una marca imborrable en mi alma, como un meteorito que hace la tierra florecer en cuanto aterriza en una luna solitaria y olvidada.

Cuando estamos así de cerca, presencio la relatividad del tiempo como si estuviera atrapado en el horizonte de eventos. Ahí formo parte de ese extraño fenómeno en el que los segundos se sienten como eones, pero cuando nos separamos, pareciera que toda esta maravilla no duró más que un cronón.

Pero no me duele ni me entristece, porque con gusto me sonríes y te brillan los ojos como supernovas eternas, imposibles en el espacio, pero indiscutiblemente presentes en tus pupilas. Te acercas de nuevo y le das continuidad a mi travesía por los confines infinitos del amor, un universo al que le has dado vida, exclusivamente para ti y para mí, para que tengamos un lugar en el que ser dos y uno al mismo tiempo.

Inmerso en este deleite, no puedo evitar alegrarme y pensar en la época antes de que trajeras el Big Bang, cuando las fluctuaciones de la nada en mi vida no eran más que una triste excusa; la excusa de una existencia sin más propósito que la inverosímil misión de crear algo solo. ¡Como si algo tan perfecto como esto pudiera ser elaborado por una simple voluntad sumida en el nihilismo!

Y mi gran escape del vacío llegó con la explosión de luz que creaste; esa infinita gama de colores y posibilidades que antes no "eran" y que después siempre "han sido". Una súbita creación de puentes brillantes e inmateriales que me abrieron los caminos de los secretos de la alegría, ese elusivo cometa que muchos ni siquiera han visto y que persiguen como si fueran capaces de alcanzarlo.

¡Ilusos! El secreto está encerrado entre estos labios, entre estos sentimientos que orbitan a nuestro alrededor y hacen que me sienta el astronauta más libre y completo del universo conocido y desconocido.

Si supieran que solo unos pocos elegidos pueden acceder a este milagro... Pero no puedo ayudarles, porque ni yo mismo entiendo mi suerte, ni sé si soy completamente merecedor de esta dicha celestial e infinita.

Simplemente soy un siervo creado del polvo, un ente concebido para amarte, un satélite cuya meta es seguirte hasta que le demos la vuelta al infinito a la velocidad de la luz o nos desintegremos en el camino, ¡lo que suceda primero lo recibiré a tu lado, completamente enamorado!

¡Y cómo no hacerlo, si la calidez de este toque apasionado sería suficiente para invertir la temperatura de Halley y redefinir los conceptos de la ciencia sobre lo que es posible y lo que no!

¡Ah, qué bendición la mía! Soy el único con el permiso para estudiar tu belleza, para explorar cada centímetro de tu amplitud cósmica con la ilusión de un joven y la disciplina de un hombre.

Si por inercia debe haber un genio en cada campo, ¡yo seré el mayor experto en el multiverso de tus emociones, en las dimensiones de tu personalidad, en el relativismo de tu carácter!

Miles de edades no serían suficientes para descifrarte, pero, ¿de qué me puedo quejar, si lo más encantador es el misterio que representas? Lo que no sé sobre esta rama del amor es justo lo que me convierte en el erudito más apasionado, el estudioso más dedicado, el teólogo más creyente.

Pero debo admitir que mi mérito es poco, puesto que hasta un hoyo negro, con todo su poder para romper las leyes del universo, no ejerce más fuerza en una mosca que Saturno sobre las olas del mar si lo comparamos con el arrastre gravitacional con el que acercas bondades y alegrías a nosotros, como si todo lo bueno fuera una consecuencia de tu pensamiento.

Ese hecho por sí solo te presenta como el solsticio que anuncia la llegada del sol, la victoria de la luz sobre las tinieblas, el renacer de la vida y la continuación del romance.

Y ahora, que me aproximo a los fronteras de tu creación, te separas y me dejas volver suavemente a la tierra, atravesando los bordes de Andrómeda, pasando por la Vía Láctea, cruzando una atmósfera terrestre que no quema ni maltrata, pero que, aún así, te hace desear volver al espacio.

Así culmina mi viaje, así termino mi visita a las estrellas; hermosas estrellas que ya quiero volver a alcanzar.

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¡Ya era hora de ponernos románticos! Esta vez, el reto fue describir un beso sin decir la palabra ni una vez. Fue bastante entretenido hacerlo, ¡así que espero que se hayan entretenido leyéndolo! 😊

Relatos de una mente extrañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora